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Fundación Heritage

Los amigos de Irán impiden el progreso

En cuanto a las bombas nucleares, no es de extrañar que Rusia y China tengan tan poco interés en detener el programa de Irán dado que son ellos los que les están ayudando a montarlo.

James Phillips y Peter Brookes

Cuando se vive en una zona difícil, es importante tener amigos; Oriente Medio es una de las zonas más difíciles del mundo. De modo que es lógico que Irán se haya esforzado en cultivar amistades con algunos de los países más poderosos del mundo. Pero la selección de amigos hecha por Teherán también explica por qué es tan difícil que Estados Unidos logre que Naciones Unidas ponga freno a las ambiciones nucleares de Irán.

Irán ha cultivado estrechos lazos con Rusia y China para contrarrestar sus relaciones cada vez más tensas con Estados Unidos y Europa. Rusia y China no sólo dan a Irán protección diplomática en el Consejo de Seguridad de la ONU –donde ambos gozan de veto– sino que colaboran con el programa nuclear de Irán que oculta los esfuerzos iraníes para lograr obtener capacidad nuclear para armamento.

La relación beneficia a Rusia y a China también. Irán se ha convertido en un mercado importante para sus exportaciones de armas y avanzada tecnología militar, un útil freno a la influencia americana en Oriente Medio, un aliado potencial contra Estados Unidos y una fuente creciente de cooperación energética.

Irán ocupa en la actualidad el tercer puesto como proveedor de petróleo para una economía china sedienta de crudo. Además, China está invirtiendo casi 100.000 millones de dólares para explotar yacimientos de petróleo y gas iraníes durante los próximos 25 años. Según algunos cálculos, Irán suministrará a China alrededor de 250 millones de toneladas de gas natural y 150.000 barriles de crudo al día durante los próximos 30 años.

A cambio, Irán compra armamento chino que incluye misiles de crucero antinaves, minas marinas y misiles antitanques al igual que tecnología y equipamiento para armas de destrucción masiva y misiles balísticos tales como sistemas de control y guía de misiles, precursores de armas químicas y materiales nucleares así como la tecnología correspondiente.

Por su parte, Rusia le ha vendido a Irán miles de millones de dólares en tanques, transportes blindados de personal, aviones de guerra, misiles, submarinos y otro equipo militar. El Stockholm International Peace Research Institute informa que, entre 1994 y 2004, Rusia le vendió a Irán casi 3.000 millones de dólares en armas, casi el 70% de sus importaciones totales de armas. China ocupó el segundo puesto, después de Rusia, en venta de armas, representando el 20% de las compras de armas iraníes.

Moscú y Pekín también disfrutan usando a Teherán como contrapeso al poder de Washington.

Irán ha servido para distraer la atención de Estados Unidos ante el crecimiento militar de China, obstruir los esfuerzos americanos de construir una democracia estable en Irak y apoyar a los grupos terroristas opuestos a la paz con Israel tales como Hizbolá, la Yihad islámica palestina y Hamas. La influencia perturbadora de Irán también socava los esfuerzos americanos de lograr un Oriente medio más estable y pacífico mientras que la República Popular China aumenta su influencia en Asia, África e incluso en América Latina.

Y en cuanto a las bombas nucleares, no es de extrañar que Rusia y China tengan tan poco interés en detener el programa de Irán dado que son ellos los que les están ayudando a montarlo.

Rusia está preparando a los técnicos nucleares iraníes y construyendo el reactor nuclear de Bushehr por mil millones de dólares. Teherán ha expresado su interés en construir más reactores, lo que podría convertirse en un lucrativo incremento aún mayor para la industria nuclear rusa.

Para evitar este problema, la administración Bush está tomando en consideración el aplicar sanciones fuera del marco de la ONU, trabajando con los aliados europeos, Japón y otros países que busquen una respuesta más efectiva ante el proscrito programa para armamento nuclear de Irán.

Pero hasta eso puede ser difícil. Además de Rusia y China, Italia, Alemania, Japón y Francia tienen grandes vínculos económicos con Irán. Está claro que será una dura pugna conseguir apoyo internacional a favor de duras sanciones económicas contra Irán, incluso fuera del marco de Naciones Unidas.

Puede que al final Estados Unidos tenga que conformarse con sanciones específicas contra el régimen iraní. Estas sanciones podrían incluir limitaciones a los viajes por el extranjero y el congelamiento de los activos de los líderes iraníes, sancionar a los bancos extranjeros que hagan negocios con Irán, la prohibición de venta extranjera de armas y tecnología militar de uso dual o la restricción de futuras inversiones extranjeras en Irán. Estos pequeños pasos no serían tan efectivos como podrían ser las sanciones en toda regla pero quizá Washington se tenga que conformar con lo que logre conseguir.

Lamentablemente no hay respuestas fáciles para hacer frente a la actitud recalcitrante de Irán y su programa nuclear, sólo alternativas difíciles. Una cosa sí queda clara: no hacer nada acerca de las aspiraciones atómicas de Irán no es una opción a escoger. Si Teherán se convierte en potencia nuclear, será una amenaza directa para Estados Unidos e Israel al igual que para otros amigos y aliados.

Pero con un arsenal nuclear, Irán podría considerarse tan poderoso como para finalmente volverse también contra sus actuales amigos. Este es un escenario que Rusia y China deberían tomar en consideración antes de que le den pase libre a Irán en el Consejo de Seguridad.

©2006 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

James Phillips es investigador especialista de la Fundación Heritage. Peter Brookes ha sido asesor del Presidente George W. Bush y actualmente es Miembro Senior de la Fundación Heritage, columnista del New York Post y Director del Centro de Estudios Asiáticos.

Libertad Digital agradece a la Fundación Heritage el permiso para publicar este artículo.

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