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David Ignatius

¿Nos sorprenderá Bush en noviembre?

Los israelíes vigilan cuidadosamente el debate en Washington. Existen preocupaciones de que la administración pueda intentar convertir a Israel en "el chivo expiatorio" de los problemas estadounidenses con Irak e Irán.

Tras las elecciones del martes, el presidente Bush hará frente a algunas de las decisiones más difíciles de su presidencia, mientras lucha por trazar una estrategia con la que tratar el ruinoso desastre de Irak. Bush tendrá que hacer lo que en ocasiones le ha sido más difícil: elegir entre recomendaciones contradictorias de sus consejeros.

El inminente debate político será modelado según las recomendaciones del bipartidista Iraq Study Group encabezado por el ex secretario de Estado James A. Baker III y el ex congresista Lee Hamilton. Pero también implicará conflictos básicos que han emergido en el último año con motivo de la estrategia en Oriente Medio; lo que resumiendo demasiado podría definirse como la lucha entre el Departamento de Estado de Condoleezza Rice contra la oficina del vicepresidente Dick Cheney.

La cuestión central para Bush es la que más probablemente se encuentre en el centro de las recomendaciones del grupo Baker-Hamilton: ¿la mejor esperanza de Estados Unidos para estabilizar Irak es un amplio esfuerzo por resolver las tensiones en Oriente Medio, incluyendo el conflicto árabe israelí? Este enfoque regional para Irak es controvertido por dos motivos: Estados Unidos tendría que implicar a los problemáticos vecinos de Irak –Irán y Siria– y presionar a Israel para que haga concesiones a los palestinos como parte de un acuerdo de paz general.

Una muestra de que la administración (o una parte de ella al menos) está considerando tal enfoque fue un discurso del 15 de septiembre de Philip Zelikow, consejero de Rice, en un acto del Washington Institute for Near East Policy. Habló acerca de la necesidad de mantener una coalición de europeos y árabes moderados para solucionar problemas tales como Irak e Irán, y a continuación argumentaba: "Lo que ligaría esa coalición y ayudaría a mantener la unidad es la creencia de que se tratan asuntos árabe-israelíes". Su discurso llevó a Shmuel Rosner, principal corresponsal en Estados Unidos del diario israelí Haaretz, a preguntarse en su blog: "¿Significará esto un cambio importante de la política norteamericana en el conflicto árabe-israelí?"

Baker sería un catalizador ideal para un enfoque regional de esa naturaleza, en parte porque ya recorrió ese camino con la conferencia de paz de Madrid en 1991. Esa reunión aunó a todos los poderes regionales y globales importantes para apoyar una ronda de negociaciones de paz que llevó a un tratado entre Israel y Jordania, negociaciones entre Israel y los sirios y, con el tiempo, los acuerdos de Oslo entre Israel y la OLP. Para empezar a explorar la posibilidad de un nuevo diálogo regional, Baker ya se ha reunido en privado con diplomáticos sirios e iraníes.

Algunos están nerviosos con Baker. Un miembro del personal del Consejo de Seguridad Nacional comentaba ácidamente hace unas cuantas semanas que Baker no es secretario de estado y no habla por Bush. Y el presidente en persona, aun admirando las habilidades negociadoras de Baker, teme que un más que impaciente ex secretario de estado pueda saltar a un avión camino de Teherán mañana mismo de salirse con la suya.

Gran Bretaña ha estado tanteando el terreno de un enfoque regional. Sir Nigel Sheinwald, el principal consejero en política exterior del primer ministro Tony Blair, visitó Damasco la semana pasada para tener conversaciones con el presidente sirio Bashar al-Assad y sus jefes de Inteligencia. Sheinwald había visitado Washington la semana previa para planear el viaje con altos funcionarios de la administración que, aunque escépticos en cuanto a que la misión lograra gran cosa, dieron sus bendiciones.

Sheinwald expuso toda una serie de preocupaciones americano-británicas, incluyendo el papel de Siria en proporcionar una base para insurgentes iraquíes y las recientes amenazas sirias de desestabilizar al gobierno libanés del primer ministro Fouad Siniora. Aunque la reunión no dio ningún fruto tangible, al parecer la atmósfera había sido mejor de lo esperado, y hay esperanzas de más conversaciones en temas de seguridad.

Los funcionarios de la administración no hablan de ningún plan de contactos con Irán. Pero está claro que están buscando maneras de involucrar al régimen iraní y explorar temas de mutua preocupación, empezando con el deterioro de la situación en Bagdad.

Irak es un avispero en el centro de Oriente Medio. En este tema central, la administración explora un amplio abanico de opciones, desde cambios en la estrategia militar básica hasta la selección del próximo comandante del Mando Central. La administración espera convencer al general de infantería de marina James Jones, el mando de la OTAN saliente, de aceptar el cargo. Sería una elección bastante popular dentro y fuera del ejército, pero se comenta que es reticente.

Los israelíes vigilan cuidadosamente el debate en Washington. Existen preocupaciones de que la administración pueda intentar convertir a Israel en "el chivo expiatorio" de los problemas estadounidenses con Irak e Irán. Pero diversos israelíes próximos al primer ministro Ehud Olmert afirman en privado que el presente vacío de poder en la región perjudica más que nada a Israel, y que Estados Unidos debe aprovechar el momento estratégico, incluso si eso significa hablar con sus adversarios. Permanezca en sintonía para ver si Bush opta por una "sorpresa de noviembre".

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