Menú
Jorge Vilches

El terror que nos lleva

Muchos españoles creyeron durante aquellos días de marzo que había que cambiar de bando para evitar otro atentado como el del 11-M. Mientras, oían gritar: "¡Las bombas de Bagdad estallan en Madrid!". Y votaron al PSOE.

Los atentados del 11-M propiciaron la victoria electoral del PSOE. No hay duda. El terror cumplió su fin: acongojar para conseguir sus objetivos. Los españoles quisieron "paz", una "paz" que, como eslogan, ha servido a Zapatero para cambiar los ejes sobre los que giraba la política española.

Sobre esa "paz" se cambió la política exterior. Muchos españoles creyeron durante aquellos días de marzo que había que cambiar de bando para evitar otro atentado como el del 11-M. Mientras, oían gritar: "¡Las bombas de Bagdad estallan en Madrid!". Y votaron al PSOE. Del desprecio a Estados Unidos se pasó a la retirada de las tropas en Irak, incumpliendo así con el acuerdo internacional al que España había llegado. En su lugar se estableció la iraní "alianza de civilizaciones", cuya contradictio in terminis es tan profunda como su falta de sentido. Porque esta alianza se traducía, en términos de "paz", en confirmar las "razones" sociales y económicas del terrorismo islamista, en añadirse al coro de denunciantes del Gran Satán yanqui, en criticar a Israel y ponerse el pañuelo palestino.

Esa "paz" también cambió la política interior. Desde el encuentro de Carod Rovira en Perpiñán con los etarras –que le costó el cargo de conseller en cap–, el pacto del Tinell y la sustitución de Redondo Terreros por Patxi López, era evidente que se pergeñaba una Segunda Transición. Socialistas y nacionalistas de todo pelaje estaban dispuestos a dar la batalla al presumible gobierno Rajoy. Para ello era preciso integrar a todos los independentistas, incluida Batasuna, y justificar el cambio de régimen con el ansia de "paz". Los atentados del 11-M inocularon a los españoles, a una parte importante, que "la paz" estaba por encima de la libertad y de la democracia, de la Constitución y de las víctimas del terrorismo. La política de acoso legal, judicial y policial a los etarras, con el apoyo internacional, que tan buenos resultados había dado, se fue al traste. La persecución total de ETA se sustituyó por el "proceso de paz" que, a pesar de los asesinatos de la T-4, no ha terminado.

El terror mostró la fragilidad de una democracia imberbe. Y esa debilidad ha provocado que la victoria del miedo se prolongue. No hace falta más que oír a algunos políticos, curiosamente del partido que ganó las elecciones del 14-M, más empeñados en insultar al PP que a los presuntos asesinos. Pero cuentan que así murió Bujarin ante Stalin, elogiando la legitimidad histórica y moral del mismo dictador que ordenaba su muerte.

En España

    0
    comentarios