Colombia despertó y lanzo un grito claro y certero al mundo: ¡No más FARC! ¡No más secuestros! ¡No más violencia! Torrentes de personas de todos los niveles sociales y económicos y de todas las edades se manifestaron el 4 de febrero, inundando de banderas blancas 194 ciudades de Colombia y del mundo.
Marchamos ordenadamente, sin grosería, sin música, solo con nuestra voz, nuestro corazón, nuestras banderas y nuestras lágrimas. ¿Cómo no llorar por tanta crueldad, tanta sangre, tanto tiempo perdido? No hago más que pensar cómo sería nuestra Colombia si en estas décadas no hubiéramos tenido que enviar a nuestros jóvenes a luchar esta estúpida e inútil guerra. ¿Cómo sería si se hubieran invertido en educación, salud y programas contra la pobreza los millones que se fueron en armas y defensa? ¿Cómo sería si no hubiera tres millones de desplazados vagabundeando por la patria, sin tierra ni futuro, sólo con el recuerdo de sus muertos? ¿Cómo no llorar?
Fue un grito de paz, que ni las FARC, ni el mundo podrán ignorar por más tiempo. Un grito de dolor para que los secuestrados sean entregados vivos y sin demora. Sobre todo, fue un grito de repudio a las FARC. Que les quede claro: no representan al pueblo colombiano, Colombia no las quiere, ni les cree. Estamos hastiados del derramamiento de sangre que han causado. Qué esta marcha sea una notificación, no solo para ese grupo narcoterrorista sino para todos los violentos que actúan en nuestro país. Estamos abrumados de dolor, de sangre, de entierros, de secuestrados, de masacres, de inválidos causados por sus minas.
Las multitudes que marcharon también dieron un claro mandato para que todos los poderes, el Gobierno, los partidos políticos, la Iglesia y la sociedad civil busquen acuerdos con todos los alzados en armas. Por más que nos duela, hay que apostar por el perdón y la reconciliación. Nos la tenemos que jugar toda por la paz. No hay otro camino.
Lo mejor de la marcha fue ver a la juventud liderándola. Con orgullo, con mano firme, con propuestas. Ellos son nuestro futuro y han despertado. No se vio a la tan criticada generación X, desorientada y apática. Al contrario, la juventud que vimos en las marchas es valerosa e involucrada. Las generaciones que no han conocido la paz dieron un grito en contra de la violencia. Colombia fue despertada por la voz de los jóvenes. ¿Lo entenderá el mundo? ¿Lo entenderán las FARC? ¿Lo habrán comprendido todos los violentos? No callaremos hasta que todos los desplazados y secuestrados hayan regresado a sus hogares. ¡No callaremos hasta lograr la paz!