La Enseñanza Otaola
Los etarras siempre han visto lo que los grandes partidos españoles siempre han sido incapaces de ver; el valor del símbolo y del ejemplo en la política vasca. Por eso la campaña contra Otaola está siendo salvaje
Cuando el PP logró la alcaldía de Lizarza, ETA centró al partido y a Regina Otaola en su punto de mira. Además de por razones de control social y beneficio económico, lo que motivó la ira salvaje de terroristas y paraterroristas es el hecho de que un feudo etarra acabara gobernado por la derecha española, con la plaza principal llamándose "de la libertad", y con la bandera nacional colgando de la balconada.
Los etarras siempre han visto lo que los grandes partidos españoles siempre han sido incapaces de ver; el valor del símbolo y del ejemplo en la política vasca. Por eso la campaña contra Otaola está siendo salvaje; su valor ejemplarizante asusta a los etarras. Así que se han lanzado contra ella para ejemplarizar el escarmiento a la osadía. El último episodio de esto ha sido una recogida de firmas de vecinos en la plaza del pueblo.
La recogida de firmas ha sido un completo fracaso; los vecinos no se han acercado a firmar contra Otaola, para regocijo de ésta y pánico etarra. Que en un pueblo considerado bastión de ETA, pocos vecinos se acerquen a firmar a una mesa para protestar contra el PP, muestra que se pueden ganar los corazones y las mentes de los vascos también en los bastiones etarras. Lentamente, pero la Enseñanza Otaola funciona.
Los vecinos de Lizarza que nunca han apoyado el terrorismo se sienten hoy más libres, los "doblepensadores" que disimulaban ante la ocupación etarra del municipio cada vez son menos indiferentes a la mafia etarra, los que pertenecen al aparato político y callejero de la banda cada vez están más desalentados y desesperados ante un pueblo que se les va –muy poco a poco, eso es cierto– de las manos.
En términos nacionales, sin embargo, algo muy grave ocurre cuando en el pueblo de Lizarza los vecinos se muestran cada vez más reacios a apoyar la campaña etarra contra el Partido Popular, mientras en otros lugares se desata la caza de sus representantes. Y la cosa alcanza límites repulsivos cuando los autores de los ataques –aquí nos conocemos todos– son los socios de Zapatero, y éste se apoya políticamente en los agresores en su campaña permanente contra los agredidos.
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