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Fundación Heritage

Pagando el precio de liquidar al enemigo

Nuestros valerosos hombres y mujeres de uniforme merecen algo mejor que ponerlos en riesgo porque no presupuestamos el dinero suficiente.

Rebecca Hagelin

El titular de mi periódico semanal local era llamativamente idiota: "Acabar la guerra mediante la diplomacia". El artículo hablaba sólo de la actual guerra contra el terrorismo. Pienso que nos hace falta recordar exactamente contra quién estamos en guerra: Asesinos terroristas que, bueno, aterrorizan. Tan malintencionados individuos no son muy propensos a sentarse para mantener una amable conversación.

La gente se olvida de que no estamos en guerra contra Irak, sino que estamos en guerra en Irak. No estamos luchando contra una nación o un Gobierno con un líder concreto. Estamos luchando contra terroristas que se escabullen entre países de Oriente Próximo y se esconden en cuevas.

Sí, consiguen respaldo y apoyo por parte de dictadores paria y son liderados por individuos que podemos identificar. Pero no se negocia con genocidas como Osama bin Laden y Ayman al-Zawahiri. Éstos son fanáticos que adosan bombas a niños, atacan deliberadamente a civiles en mercadillos, irrumpen en universidades y seminarios y vuelan a la gente en pedazos. Uno no los busca hasta dar con ellos para tener una charla. Uno los busca para librar al mundo de su existencia y su maldad.

Claro que la protección de nuestra nación y nuestra libertad no es fácil ni sale barata. Mientras el Congreso de Estados Unidos prepara el borrador de su presupuesto anual, hace falta que nos cercioremos de que incluyan los fondos necesarios para entrenar y equipar a nuestro ejército para que haga su trabajo. Nuestros valerosos hombres y mujeres de uniforme merecen algo mejor que ponerlos en riesgo porque no presupuestamos el dinero suficiente.

Las encuestas parecen indicar que muchos americanos piensan que ya gastamos demasiado en defensa, así que ni hablar de aumentar esa partida. Otros piensan que la partida de Defensa es la más grande del presupuesto federal. Una pregunta rápida: ¿qué porcentaje del PIB norteamericano cree usted que se gasta en defensa? ¿El 25% del PIB? ¿El 50% del PIB? El porcentaje real es menor al 4%. Seguro que esto jamás se lo escuchó decir a los medios de comunicación del establishment político o a los líderes progres.

Pongamos las cifras en perspectiva: Es menos que el 4,6% que gastamos durante la guerra del Golfo, considerablemente más pequeño que el 11,7% que invertimos durante la Guerra de Corea y una fracción del 34% que nos costó la Segunda Guerra Mundial.

El ex senador de Misuri, James Talent –distinguido compañero de la Fundación Heritage que prestó servicios en ambos comités de las Fuerzas Armadas del Senado y de la Cámara– ofreció recientemente esta aleccionadora valoración en un importante artículo para la revista National Review:

Debido a decisiones tomadas durante los últimos 15 años –impulsadas por consideraciones más presupuestarias que militares– el Ejército es demasiado pequeño y puede que también la Marina y el Cuerpo de Marines sean demasiado pequeños, además de que buena parte del equipamiento en todos los servicios esté demasiado viejo y es cada vez menos fiable. Sin un aumento sustancial en el gasto de aprovisionamiento, Estados Unidos no podrá modernizar sus fuerzas hasta el nivel necesario para preservar su protección con un margen necesario de seguridad.

Esto es aterrador, por no decir algo peor. Después de todo, la seguridad nacional es el trabajo número 1 de nuestros líderes electos, por más que sea obvio que muchos de ellos no logran entenderlo. Ronald Reagan sí, y esa es una de las razones por la que muchos americanos lo admiraron. Él estaba dispuesto a gastar lo que hiciera falta para asegurar nuestra seguridad. Reagan sabía que sin vernos "libres del miedo", todas nuestras otras libertades tenían poco significado. Fue él quien demostró definitivamente la validez de su política de "Paz mediante fortaleza". También entendía que el primer deber del Gobierno es "asegurar la defensa común".

Hoy, demasiados políticos parecen pensar que el primer deber del Gobierno es suministrar una forma de vida cómoda a cada ciudadano. Pero lo cierto es que la misma idea de la vida norteamericana está en peligro sin no poseemos una potente fuerza de combate. Como los expertos de la Fundación Heritage explican, hay dos realidades vitales que se deben abordar ahora:

  1. Hoy nos enfrentamos a serias amenazas de seguridad y podemos ver otras en el horizonte: "Estados Unidos necesita financiar los programas de Defensa que protegerán a los ciudadanos norteamericanos así como a los amigos y aliados de Estados Unidos contra las constantes amenazas de estados hostiles (por ejemplo, Irán y Corea del Norte) al igual que las amenazas que se vislumbran como la que representaría una China hostil", según escribe el experto en Defensa de la Fundación Heritage Baker Spring en un reciente informe.

 

  1. La crisis venidera por el gasto creado por los programas del Estado del Bienestar amenaza con dejar fuera otras prioridades. La Seguridad Social, el seguro médico para los mayores de 65 años (Medicare) y el seguro para la gente de bajos recursos (Medicaid) han requerido partes cada vez más y más grandes del presupuesto federal desde los años 60, y este crecimiento se ha logrado generalmente a expensas de nuestro presupuesto de Defensa. Financiar adecuadamente nuestra defensa llegará a ser imposible si los "3 Grandes" del gasto público siguen creciendo con el piloto automático puesto. Los expertos de la Fundación Heritage consideran que el 4% del PIB es una suma adecuada para atender las amenazas militares del mañana.

Como alguna vez escribió Thomas Paine: "Aquellos que esperan recoger las bendiciones de la libertad deben padecer la fatiga de sostenerla". No podemos esperar que sea posible proteger a nuestros ciudadanos y aliados escatimando dinero en Defensa. Es hora de dejar de fingir que sí se puede.

©2008 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Rebecca Hagelin es Vicepresidenta de Comunicaciones y Marketing de la Fundación Heritage.

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