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Ignacio Villa

Un Gobierno producto del síndrome de la Moncloa

Aunque en estos momentos en el Partido Popular no se aclaran, deberían darse cuenta que con un Gobierno de estas características no se puede llegar ni a la esquina.

El nuevo Gobierno de Rodríguez Zapatero es un claro resultado de una enfermedad que vuelve a contagiar una y otra vez a nuestros presidentes: el síndrome de la Moncloa. Estamos ante un personaje que se gusta a sí mismo, que quiere demostrar que él es quién manda, que hace y deshace a su antojo y que vive convencido de poseer una mágica infabilidad otorgada por el poder. No es la primera vez que los españoles nos encontramos con algo así, pero en esta ocasión –como es habitual con Zapatero– parece que todo ocurre mucho antes de lo habitual.

El nuevo Gobierno de Zapatero encierra en primer lugar un claro gesto de soberbia. Sostiene y aguanta a los ministros más polémicos de la legislatura. Ministros caracterizados por la ineptitud, por la chulería, por la inacción y por la zafiedad. Ahí siguen Moratinos y su política exterior tercermundista, Álvarez y el desastre del AVE, Bermejo y sus bajantes pagadas con dinero público y Bernat Soria y su imaginario currículum. Todos están ya más que quemados, pero por lo que parece Zapatero quiere demostrar que está por encima del bien y del mal y puede nombrar a quien le venga en gana.

Este nuevo Gobierno nos deja también la exclusión de Jesús Caldera. Es verdad que la gestión del hasta ahora ministro de Trabajo dejó mucho que desear, como la de tantos de los que continúan, pero nadie debería olvidar que Caldera era uno de los fieles de Zapatero desde el principio. Caldera, Blanco, López Aguilar y Trinidad Jiménez estuvieron en el núcleo duro que apoyó a Zapatero en sus inicios. Hoy sólo la última sigue en el Ejecutivo, y sólo como secretaria de Estado. En un gesto cruel, Zapatero se sigue desprendiendo de los suyos. No quiere nadie cerca que le recuerde que es mortal, que le recuerde la época en que necesitaba ayuda.

Otra característica del Gobierno es la presencia de Miguel Sebastián. Es un verdadero empeño personal el que tiene el presidente con quien dicen que es uno de sus mejores amigos. Sebastián siempre ha provocado problemas. Así sucedió en la Oficina Económica del Gobierno y así será, previsiblemente, en el nuevo Ejecutivo. La nefasta relación entre Solbes y Sebastián prometen muchas tardes de tensión en La Moncloa y pocas soluciones a la crisis que se nos viene encima.

Por último, este Gobierno está repleto de caprichos de Zapatero. Hay muchos ejemplos: la creación del Ministerio de la Igualdad cuyo cometido nadie conoce, colocar a Carmen Chacón en Defensa cuando su gestión en Vivienda ha brillado por su ausencia, separar Educación y Ciencia en dos Ministerios cuando ya con Aznar se demostró el desastre que eso supone, una mezcolanza de Medio Ambiente con Agricultura y Pesca que puede ser un auténtico desastre… En fin, un auténtico cromo.

Y es que, como decíamos al principio, estamos ante un presidente contagiado por el síndrome de la Moncloa. Y aunque en estos momentos en el Partido Popular no se aclaran, deberían darse cuenta que con un Gobierno de estas características no se puede llegar ni a la esquina.

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