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Ignacio Villa

Mimetismo frente a claridad

La diferencia entre quienes quieren mimetizarse con el nuevo régimen y los que prefieren luchar por los principios es cada vez más marcada y la distancia que los separa aumenta día a día. ¡Y todavía quedan dos meses hasta el congreso!

Esto no ha hecho más que empezar. Aunque el congreso del PP en Valencia promete tener muchos frentes abiertos, lo más llamativo en estos momentos de la situación interna del partido es la configuración de dos claros bloques. Unos apuestan por la estrategia; otros por los principios.

Los estrategas tienen un claro perfil. Son gente del aparato, próxima a Mariano Rajoy. Piensan que el PP de la pasada legislatura ha sido un partido radical y extremista. Son los mismos que pierden la cabeza por el Grupo Prisa y se muestran en cambio muy críticos con la COPE y el diario El Mundo. No quieren hablar del 11 de marzo. Y dicen que Aznar es ya historia pasada y muy lejana. Aunque siempre se han movido entre el coche oficial, la moqueta y el poder, nunca han ganado unas elecciones. No entienden la política como un servicio a la sociedad. Se han convertido en unos funcionarios del partido para los que, por tanto, ganar o perder unas elecciones es algo muy secundario. Son quienes, aun siendo conscientes de que el liderazgo de Rajoy es artificial y pasajero, prefieren agarrarse a él antes que correr ningún riesgo. Son contrarios a las primarias y amigos de los congresos cerrados y bien atados; están convencidos de la necesidad de una unidad a la búlgara y obsesionados por su propia supervivencia. Se sienten acomplejados, les da vergüenza dar la cara por unos principios y se han creído que lo del cordón sanitario es culpa del PP. Dicen, también, que el PP está cerrado y que tiene que abrirse a los nacionalistas. Son, en definitiva, quienes están dispuestos a hacer lo que sea para seguir viviendo de la política. Todo estrategia, ningún principio.

Por otra parte están quienes piensan que los principios del PP son el principal activo de su partido. Aceptan cambios de estrategia, desde luego, pero sin abandonar esas referencias que han hecho del Partido Popular el único que conserva su carácter nacional, la claridad en la lucha contra el terrorismo y la defensa de la igualdad de los españoles ante la ley, de la libertad de todos, del castellano en la educación y de los valores de la transición y la Constitución. No se avergüenzan de nada. Piensan que los ocho años de Gobierno de Aznar han mejorado la estabilidad y la prosperidad de los españoles. Afirman que las recetas económicas del PP han sido las más exitosas de la democracia, quieren saber la verdad sobre el 11 de marzo y no les preocupa lo que digan de ellos las terminales mediáticas del PSOE. Huyen de todo lo que signifique pensamiento único como si fuera la peste y reclaman que la democracia y la estabilidad de la nación no pueden estar hipotecadas por unos nacionalismos siempre excluyentes y obsesivos. Son, en definitiva, muchos los dirigentes y militantes que piensan que el Partido Popular tiene mejores ideas que las demás formaciones políticas y que no hay que renunciar a ellas para ganar unas elecciones. Eso sí, reclaman más democracia interna y, por tanto, la puesta en marcha de un proceso de elecciones primarias para la elección del candidato a la Presidencia del Gobierno. Piensan que Mariano Rajoy ha hecho un gran servicio al partido, pero que no tiene la capacidad de liderazgo que hace falta para estos momentos.

Las cosas están bien claras. Los estrategas quieren mimetizarse con los socialista en este cambio de régimen dirigido por Zapatero. Quienes defienden los principios abogan por mantener las ideas que el PP siempre ha tenido. La diferencia entre estos dos bloques es cada vez más marcada y la distancia que los separa aumenta día a día. ¡Y todavía quedan dos meses hasta el congreso!

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