Colabora
EDITORIAL

La bandera de un régimen liberticida

El que en nuestro país hayamos tenido una larga dictadura de derechas y no de izquierdas se debe exclusivamente a que fueron los primeros quienes ganaron la guerra civil, y no unos "republicanos" dependientes de Stalin, ese demócrata de tronío.

La hegemonía política de la izquierda en España depende, y mucho, de seguir siendo percibida como moralmente superior a la derecha. Para perpetuar esa imagen se emplean dos vías: la de demonizar al adversario a través de mensajes simples y repetidos hasta la náusea, del estilo "la izquierda se preocupa de los pobres y la derecha de los ricos", y la de asociar a la derecha con el franquismo y la dictadura, lo que dejaría a la izquierda con un carnet de demócrata perpetuo, por más que en la práctica le nieguen con singular ahínco a la derecha la legitimidad para gobernar.

De ahí que permanezcan atrincherados en el mito de la Segunda República como prodigio de democracia y libertad, cuando fue un régimen concebido desde la constitución por una parte de España contra la otra media contra el que se levantaron las izquierdas en cuanto perdieron las elecciones. El que en nuestro país hayamos tenido una larga dictadura de derechas y no de izquierdas se debe exclusivamente a que fueron los primeros quienes ganaron la guerra civil, y no unos "republicanos" dependientes de Stalin, ese demócrata de tronío.

Es el hecho de que aún perviva ese mito, gracias a una generosa inversión en propaganda, lo que le permite al defensor de Fidel Castro considerarse legitimado para calificar la bandera de la Segunda República como la "bandera de la democracia". En España la extrema derecha está muy mal considerada, como debe ser, pero la extrema izquierda campa por sus respetos como si sus crímenes en nuestro país y a lo largo y ancho del planeta no fueran jamás responsabilidad suya. La reinvención de nuestra historia para convertirla en un cuento de buenos y malos tiene parte de culpa en esa asimetría. De ahí que carguen con inusual ferocidad para tratarse de un debate supuestamente académico contra los historiadores que desafían sus dogmas con hechos.

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario