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EDITORIAL

Zapatero vende humo

Ni el aumento del desempleo ni el déficit galopante, que el presidente convierte en “superávit”, parecen importar a un político empeñado en hacer creer a la ciudadanía que las crisis económicas se resuelven acudiendo a las oficinas del INEM.

El nuevo curso político se ha abierto con una larga y autocomplaciente entrevista de Rodríguez Zapatero en el diario El Mundo. En ella, el presidente del Gobierno demuestra una vez más su incapacidad e impotencia para liderar la nación en un momento de crisis económica y defiende hasta el ridículo una desastrosa gestión que no sólo ha agravado los problemas que encontró cuando llegó al poder, sino que ha creado otros de muy difícil resolución.

Preguntado sobre la negociación con ETA, Rodríguez Zapatero se ufana de haber actuado con honestidad y de haber desnudado las críticas que recibió. Recordemos que en una entrevista publicada el pasado mes de enero en el mismo medio de comunicación, el presidente reconoció haber mentido cuando dijo que su Gobierno no estaba dialogando con los terroristas. Desnudas han quedado de nuevo sus mentiras, y no los reproches que se le hicieron entonces. El tiempo dio la razón a quienes la tenían, aquellos que protestaron y se manifestaron contra su política de claudicación, y no a él. Que Zapatero siga insistiendo en que aquello fue bueno le hace caer en el mayor de los ridículos.

Sin embargo, aún más preocupante resulta su visión del fin de ETA, que a su juicio terminará por la "pérdida de comprensión social". ¿Y mientras tanto? "Será un final paso a paso", afirma el presidente. Nada más desesperanzador y alarmante para las víctimas del terrorismo y los amenazados por la banda que un gobernante que prefiere dejar las cosas correr confiando en que el desenlace sea el esperado. Esperamos que entre paso y paso no se produzca un nuevo traspié, aunque nada garantiza que no sea así.

Respecto a la ordenación del Estado de las autonomías, auténtica asignatura pendiente de nuestra democracia, reconoce su preferencia por la igualdad, aunque a renglón seguido se refiere a "comunidades autónomas nacionalistas", como si todos los habitantes de esas regiones lo fueran, o lo que es peor, como si quienes no lo fueran no contasen. Pocas diferencias entre su discurso y el de los separatistas. Mención aparte merece su reticencia a usar el término "nación" referido a España, una actitud cobarde aunque plenamente coherente con el aliento dado desde su Gobierno a la política de las identidades excluyentes. Otro callejón sin salida en el que Zapatero y su partido han colocado a todos los españoles.

Preguntado sobre la crisis económica, Zapatero ofrece también en este asunto la peor de las respuestas. En su opinión, el "ciclo económico adverso" no requiere grandes pactos porque para eso están los subsidios y un sistema educativo que califica de "uno de los mejores" a pesar de su progresivo deterioro. Ni el aumento del desempleo ni el déficit galopante, que el presidente convierte en "superávit", parecen importar a un político empeñado en hacer creer a la ciudadanía que las crisis económicas se resuelven acudiendo a las oficinas del INEM.

En fin, Rodríguez Zapatero, que dice querer ser recordado como un gobernante contenido al mismo tiempo que considera la apresurada y sorpresiva retirada de las tropas de Irak su iniciativa más memorable, ofrece más de lo mismo, es decir, nada en economía y mucho en demagogia, nacionalismo y debilidad frente al terror. Y luego dice que no le gusta ser un presidente "exuberante". No sólo le fallan las cuentas; también suspende en semántica.

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