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Fundación Heritage

Elecciones y seguridad nacional

El aniversario de los atentados del 11-S debería servir para recordar a ambas campañas que no se puede ignorar el tema de la seguridad nacional.

Las elecciones presidenciales norteamericanas que se celebrarán en noviembre ya se han convertido en un acalorado enfrentamiento sobre asuntos que son de gran importancia para el electorado norteamericano. Sin embargo, un asunto tan crucial como la seguridad nacional continúa recibiendo escasa atención por parte de los candidatos de los grandes partidos. El aniversario de los atentados del 11-S debería servir para recordar a ambas campañas que no se puede ignorar el tema de la seguridad nacional.

La pieza que le falta al puzzle

Los senadores John McCain y Barack Obama no han prestado mucha atención al aspecto doméstico de la seguridad nacional. Ciertamente, cada uno de ellos ha dado discursos sobre contraterrorismo en los que presentaban una lista detallada de iniciativas diseñadas para combatir las causas del terrorismo en el mundo entero. Sin embargo, estos discursos se centran en buena parte en la posición internacional de Estados Unidos, las maniobras militares y los campos de batalla de Afganistán e Irak. Mientras que el plan de Obama se centra en la mejora de la imagen exterior de Estados Unidos, el plan de McCain busca aprovechar datos de inteligencia recopilados por seres humanos para contrarrestar el terrorismo global.

Aunque los retos de contraterrorismo de los que hablan McCain y Obama hasta el momento ciertamente son parte integral de nuestra seguridad nacional, solamente constituyen una pieza del puzzle. Estados Unidos continúa librando la guerra contra el terrorismo en su propio territorio, luchando contra las amenazas internas y contra las que suponen quienes se han infiltrado en nuestro país buscando hacernos daño.

Además, Estados Unidos también ha tenido que enfrentarse a desastres naturales, problemas de adecuación de su infraestructura y problemas migratorios y de seguridad fronteriza, de entre una larga lista de retos a la seguridad interior. Ninguno de los candidatos está especialmente fuerte en ese ámbito doméstico de la seguridad nacional, lo cual significa que ambos tendrán que hacer los deberes en el tema y asegurarse de tener asesores muy bien preparados en este terreno.

El politiqueo no es una estrategia de seguridad nacional

La defensa de la patria no es un asunto partidista. Una buena toma de decisiones a menudo se basa en el sentido común y en el deseo de alcanzar la seguridad de Estados Unidos al mismo tiempo que se protege nuestra libertad, prosperidad y principios constitucionales. Y frecuentemente la mejor solución es no es tomar más decisiones sino permitir que los gobiernos estatales y locales, así como el sector privado, cumplan con tareas vitales de una manera eficiente. Ambas campañas deben centrarse en desarrollar una plataforma de seguridad nacional que exhorte a lo siguiente:

  • La resistencia es la capacidad de mantener la continuidad de nuestras actividades incluso frente a las amenazas. Este enfoque reconoce que no podemos prevenir todas las amenazas. Es un enfoque dual en el que nos protegemos contra los ataques al mismo tiempo que nos aseguramos de que, incluso si nos atacan, la sociedad seguirá adelante. La toma de decisiones basada en la ideología o en el miedo en lugar de en el riesgo no tiene lugar en una sociedad que resiste. Aunque sea tentador, ambas campañas políticas deben evitar ese tipo de prescripciones para así asegurarnos una seguridad real. La resistencia debe ser un componente integral de la toma de decisiones de la próxima administración norteamericana.
  • Como resultado de la idea errónea de que el Gobierno federal debe ser la entidad encargada de la protección nacional, la seguridad interior sigue estando exageradamente federalizada. Por ejemplo, las declaraciones federales de desastre han llegado a un nivel sin precedentes. Además de la ineficacia de la intervención del Gobierno federal, la federalización exagerada elimina la capacidad de los estados de elegir la línea de acción correcta para sus ciudadanos. Esta degradación del poder estatal excede los poderes enumeradas del Congreso, tirando por la borda el concepto de Gobierno limitado.
  • El presidente puede y debe presionar al Congreso para que reforme su actual supervisión de la seguridad nacional. En la actualidad hay demasiados comités con jurisdicción sobre el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y la supervisión está presa de la política. Consolidar la jurisdicción sobre el DHS permitirá que los comités desarrollen vínculos vitales entre el Congreso y el DHS, disminuyendo las actuales ineficacias, la lucha interna de los burócratas y el proteccionismo político.
  • Deberíamos instituir programas nacionales con el objetivo de estimular la aparición de líderes que entiendan las necesidades de seguridad nacional y seguridad pública en el siglo XXI. Además de producir líderes capaces para la era post 11-S, ese programa también sería más eficiente que reorganizar el Gobierno departamento por departamento. Esa reorganización podría lograrse sin más regulación del sector privado, sin seguir el camino de la federalización exagerada o de dar más dinero a los estados.

Hacer frente al desafío

Ambas campañas presidenciales deben examinar más decididamente este asunto y comenzar a informar a la opinión pública sobre sus prioridades en sus futuras administraciones, sin importar si el tema es políticamente provechoso. La seguridad nacional es algo más que una visita de campaña, una buena foto o un comunicado de prensa. Esperemos que este aniversario del 11-S, que ambos candidatos conmemoraron juntos, sirva para animar a un análisis más específico de este tema. Las víctimas del 11-S se merecen eso y más.

©2008 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Jena Baker McNeill es analista de política nacional en la Fundación Heritage.

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