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EDITORIAL

La mala costumbre de no responder a lo que va a pasar

Si la postura del presidente de UPN no se sostiene a la luz de los hechos, la del presidente del PP no se entiende a la luz de sus actos. Mariano Rajoy ha decidido ejercer una vez más –y ya van unas cuantas– de Don Tancredo

El presidente de Navarra está alargando innecesaria y dolorosamente una crisis interna que, por una cuestión de principios, nunca debiera haber estallado. Gobierna gracias a los votos del PSOE navarro, sí, pero sólo en segunda instancia. En primera le debe el puesto a que su candidatura vino amparada por el Partido Popular, que es el mayor partido de España. Si, pongamos por caso, UPN se hubiese presentado en solitario a las elecciones autonómicas, compitiendo con un hipotético PP navarro, hoy el presidente de Navarra sería otro, y no precisamente Miguel Sanz.

Esto Sanz no debería olvidarlo. Por más que se empeñe, UPN no es, en rigor, un partido aparte que puede hacer de su capa un sayo. Es la marca del PP en el viejo reino y la autonomía de la que gozan sus cargos es muy restringida. Y no porque los populares hayan sometido a una formación regional, sino porque esta formación regional unió libre y voluntariamente su destino al del PP a cambio de contar con sus siglas, con sus votantes y con sus cuadros.

Los acuerdos que fusionaron ambos partidos, renovados periódicamente, son explícitos al respecto y no admiten demasiadas interpretaciones. UPN puede ir por libre siempre que los intereses de Navarra estén en juego, momento en el que sus diputados priorizarán lo ideológico sobre lo partidista y lo estratégico. Lo llamativo es que Miguel Sanz gobierna por cuestiones meramente partidistas y estratégicas. De primeras, no se presume comunión ideológica entre el PSOE y UPN, a no ser, claro, que Sanz se ocupe de demostrarla, demostrando de paso que los intereses de Navarra consisten en que él se mantenga a cualquier precio en la presidencia de la comunidad.

Si la postura del presidente de UPN no se sostiene a la luz de los hechos, la del presidente del PP no se entiende a la luz de sus actos. Mariano Rajoy ha decidido ejercer una vez más –y ya van unas cuantas– de Don Tancredo. "Pase lo que pase ya veremos lo que ocurre” o “tengo la buena costumbre de no responder a lo que pueda pasar” es todo lo que ofrece Rajoy ante una crisis que puede dar la puntilla a su partido a sólo unos meses de las elecciones europeas. Una de dos: o acepta el órdago de Sanz y apechuga con las consecuencias, o se planta y exige el cumplimiento de los acuerdos. Por ahora no ha hecho ninguna de las dos cosas y nada indica que vaya a hacerlo en breve.

Quiera o no, este es un toro que tendrá que lidiar y nada gana posponiendo la faena. Muy al contrario, pierde a cada día que pasa sin dar salida a un problema que ha puesto ya de los nervios a todo el partido. Si finalmente se produce la ruptura, los socialistas se habrán salido con la suya dinamitando una alianza que, durante 18 años, ha dado extraordinarios frutos electorales. Miguel Sanz no volverá a gobernar y Rajoy verá mermado su apoyo en Navarra, un feudo del PP desde hace tres lustros. Ambos tienen mucho que perder, por lo que más les valdría tener la buena costumbre de responder, y rápido, a lo que vaya a pasar.

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