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Amando de Miguel

Sobre los neologismos

Lo último de Zapatero: en lugar de "mundo" (quizá para no tener que aludir al periódico) dice comunidad internacional.

Todas las palabras de la lengua fueron neologismos en algún momento de su evolución. Hay gente que rechaza toda palabra que no venga en el diccionario, pero esa actitud es poco racional. Hay que rechazar sólo los neologismos que vienen a sustituir a otras palabras que cumplen ya esa significación. Aun así, cabe considerar que el neologismo puede añadir un nuevo matiz. Por ejemplo, body es igual que "cuerpo", pero body se presta mucho a la ironía, al lenguaje de la jerga juvenil, al mundo de la moda. Aparte de todo, body puede ser una prenda interior femenina que difícilmente podría ser traducida como "cuerpo". Está también el abuso de neologismos o barbarismos para presumir, por afectación.

Álvaro Ortiz de Zárate apunta algunos neologismos del lenguaje coloquial:

Sexar (= tener sexo o relaciones sexuales)
Meros (= millones de euros)
Vor (= por favor) [yo añadiría porfa]
Climado (= con aire acondicionado)
Usano (= estadounidense)
Urba (= urbanización)
Inmo (= empresa inmobiliaria)

No sé cuántos de esos neologismos populares van a cuajar. En un anuncio de la tele se dice nominar (= domiciliar el importe de la nómina o sueldo en un banco o caja de ahorros). Tendrá éxito.

César Sebastián señala que hay neologismos que proceden, no ya de la ciencia, sino de la vida cotidiana. Cita el caso de la rebeca. Esa prenda "obtiene su nombre de una célebre película hermosísima cuya protagonista usaba esa prenda en casi todas las escenas". Alto ahí. No soy lo que se dice un cinéfilo (= literalmente "adicto al movimiento"), pero la tal Rebeca no aparece nunca en la escenas de la famosa película de A. Hitchcock. Se titula Rebecca como el de la novela de Daphne de Maurier (1938), de donde se extrae la historia. Quien llevaba la chaquetilla abierta era la actriz principal; Joan Fontaine siempre atormentada del espíritu de Rebecca, la verdadera protagonista. Un buen ardid de Hitchcock es el que el espectador no sabe cómo se llamaba Joan Fontaine en la historia, lo que refuerza el peso psicológico de Rebecca, la primera esposa del protagonista. Pasa algo parecido a lo de Dulcinea, que es la protagonista femenina del Quijote, pero que nunca aparece en la obra. Curiosamente, la prenda llamada "rebeca" es así para los que hablan español, no para los angloparlantes. La razón es que los ingleses ya tenían un nombre para la chaquetilla abierta de punto y abotonada por delante hasta abajo: cardigan, por el duque de Cardigan que dirigió la carga de la Brigada Ligera en la Guerra de Crimea. Realmente, quien en los años treinta popularizó el cárdigan femenino fue Chanel como parte de un conjunto de dos piezas. Es el que lleva la Fontaine en la película de marras. Tengo que confesar que la rebeca es mi prenda favorita.

Gabriel Ter-Sakarian Arambarri está de acuerdo con la creación de neologismos cuando responden realmente a nuevas necesidades, "pero no puedo con la estúpida moda de dar un nombre nuevo a algo que tiene acuñado desde siempre se significante". Es el caso de espectacular por "admirable", metáfora
por "imagen" o "alegoría", restar por "quedar". En la misma línea añadiría yo referente por "modelo" y tantos otros de la jerga politiquesa. Lo último de Zapatero: en lugar de "mundo" (quizá para no tener que aludir al periódico) dice comunidad internacional. La transmutación más común consiste en rebuscar los equivalentes más cercanos a las raíces griegas o latinas. Es lo que se llama cultismos o culteranismos que practican los cultiparlistas, ahora mayormente los que suelen hablar con un micrófono delante.

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