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Políticos y asesinos

Con 300.000 muertos, docenas de miles de mujeres violadas como instrumento escogido de terror, y más de la mitad de su población desplazada a miserables campos de acogida, Darfur es una realidad sangrante de una población masacrada por su propio Gobierno.

Darfur es piedra de toque de grandes hipocresías izquierdistas y de no menores insensibilidades generales. Comenzó al mismo tiempo que Irak, en el 2003, y ha tenido un número de víctimas más alto en cifras absolutas e inmensamente superior en relativas, dada la escasa población de esa zona semidesértica.

Si Irak no fue por el petróleo, en la indiferencia por las masacres darfurianas sí que podemos encontrar una relación con la ausencia de éste en el área. Era difícil colgarle los muertos a Bush y para eso ya estaba Irak, aunque hubiera que idealizar a fanáticos terroristas minoritarios como si fueran heroicos luchadores patrióticos.

La tragedia de esas ignoradas poblaciones ha suscitado escasa atención internacional. La prensa española ha respondido habitualmente con un "eso no le interesa a nadie". Bush quiso obtener resoluciones eficaces en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el cual prefirió recordar toda su ilimitada capacidad de ineficacia. China tiene grandes intereses en Sudán. Adquiere petróleo y vende armas, así que ha preferido siempre hacer un alarde de hiperrealismo y aparcar toda cuestión de derechos humanos. Éstos también le resultan sospechosos a Putin. Los europeos no han estado tampoco nunca por la labor, porque no hubiera sido ni sencilla ni barata. Árabes y africanos han preferido la defensa preventiva, porque nunca se sabe cuándo tendrás que recurrir a una masacre, así que optaron por denunciar la débil intromisión occidental como intolerablemente racista. La Unión Africana se adelantó aportando tropas pacificadoras bajo la cobertura de Naciones Unidas, aunque no está claro si no habrá sido peor el remedio que la enfermedad.

Hay pocos lugares no estratégicos en el mundo y Darfur, en el oeste de Sudán, tiene la desgracia de ser uno de ellos; desgracia que en términos generales tiende a compartir con casi todo el continente africano. A pesar de la magnitud de su tragedia no es el territorio que ha sufrido el peor castigo. Lo que viene sucediendo en el Congo desde hace años es de mucha más envergadura, aunque sólo sea porque afecta a poblaciones más numerosas. Pero con quizás 300.000 muertos, artesanalmente asesinados, docenas de miles de mujeres violadas como instrumento escogido de terror, y más de la mitad de su población total desplazada a miserables campos de acogida, que no llegan a estar al abrigo de incursiones asesinas, Darfur es una realidad sangrante de una población masacrada por su propio Gobierno, explotando y teledirigiendo primitivos odios locales. Árabes contra africanos, se dice. Los que pasan por árabes suelen estar aculturados en el idioma, en forma dialectal, por supuesto, pero su piel es casi tan obscura como la de sus víctimas. Pero para ellos ese "casi" es todo un mundo de diferencias, soberbias y desprecios. Y no hay divisorias religiosas, porque musulmanes lo son todos, a diferencia del sur del país, donde los africanos locales son cristianos o animistas.

Por un momento la tragedia ha vuelto efímeramente a ocupar las portadas de la prensa internacional. El presidente del país, gran pero no único responsable de las atrocidades sin cuento, hábil explotador de la desgana occidental y las connivencias de los demás, se ha encontrado por fin con una orden de arresto del Tribunal Penal Internacional, condenado por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, aunque no por genocidio, más difícil de probar porque implica demostrar intenciones. No sabemos si el mandamiento de detención servirá para algo y menos si lo hará para algo positivo o negativo, pero cuando examinamos nuestra conciencia y nos preguntamos qué podríamos hacer hay siempre un mínimo al alcance de todos y escamoteado por demasiados: prestarle atención al caso.

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