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Vicente Boceta

El Muro sigue en pie

El muro se ha reconstruido incorporando ahora la argamasa catastrofista de los totalitarismos "verdes". La ONU es ahora la impulsora del nuevo intervencionismo global.

El vigésimo aniversario del derribo del Muro de Berlín trajo consigo una catarata de artículos en su inmensa mayoría celebrando su desaparición. Sin embargo, hubo algunas reacciones significativas entre los llamados "socialistas moderados" (evidentemente ante el presidente Rodríguez cualquier socialista es moderado) que inducen al pesimismo y ponen de manifiesto que actitudes como la de aquel zapaterista Juan Benet, cuando afirmaba "mientras existan personas como Solzhenitsyn deben subsistir los campos de concentración", siguen vigentes.

Por un lado, mi amigo y compañero Jordi Sevilla comenta en su blog, defendiendo a Marx, que la propiedad privada es la "principal fuente de injusticia, explotación y desigualdad" y que entre el análisis socioeconómico de Marx y su aplicación por Lenin y Stalin hay una gran diferencia siendo Marx el pobre inocente y los asesinos los que distorsionaron sus palabras. Pero en el socialismo real se acabó con la propiedad privada de los medios de producción, se suprimió la iniciativa privada y de hecho se acabó con la libertad. Por el camino no se cumplió ni una sola de las previsiones económicas de su admirado Marx y entre ellas fracasó la de construir un hombre nuevo sin idealismos e ilusiones personales (tachados de egoístas) pues todas ellas, si no se sometían a los designios colectivos, deberían ser extirpadas.

De igual manera D. Ramón Jáuregui afirma, ¡sin cortarse ni un pelo!, que las causas que defendió el comunismo siguen en su opinión siendo válidas, lo que las convierte en un gran atenuante (para algunos probablemente eximente) de las monstruosidades cometidas por el comunismo.

El problema es que esas supuestas causas y aspiraciones son comunes a todos los partidos. La justicia social, la dignidad laboral, la igualdad de oportunidades, los derechos humanos o un sistema de protección social, son ideales por los que han luchado siempre todos los líderes políticos y sociales del mundo. Fascismo, nazismo, comunismo, socialismo y, (al margen de las ideologías), liberalismo, las defienden con la misma o mayor fuerza que el comunismo o el socialismo.

El problema no son esos fines ideales sino los medios y políticas aplicadas para alcanzarlos. La clave está en hacerlo respetando la libertad individual sin la cual no existe dignidad humana. El derecho a la vida, a la propiedad y a la libertad en todos los ámbitos, el respeto a la ley o la separación de poderes son requisitos previos para alcanzar esos fines y ahí el fracaso del socialismo real es muchísimo mayor que el de los totalitarismos nazis o fascistas (ambos, curiosamente, basados también en la ideología socialista).

Justificar los 25 millones de muertos del comunismo en la II Guerra Mundial por su lucha contra el nazismo o el fascismo es inaceptable. Fueron 25 millones de muertos para imponer su totalitarismo, seguir destruyendo la libertad y causar a continuación cientos de millones de muertos adicionales en todo el mundo. No lucharon para liberar a nadie, como hicieron las potencias occidentales, sino para oprimir a pueblos y naciones hasta entonces libres e instaurar una negra edad de terror liberticida en el mundo.

Conviene también recordar que al principio de la II Guerra Mundial comunismo y nazismo pactaron para luchar contra las democracias occidentales.

Las consecuencias nefastas de combatir con unos medios perversos para conseguir esos ideales siguen causando inmensos sufrimientos en forma de hambre, miseria y opresión de las libertades individuales, precisamente allí donde existen o han existido recientemente regímenes socialistas radicales.

Desgraciadamente, tras la inmensa alegría y esperanza que trajo al mundo el derribo del Muro de Berlín vuelven a aparecer signos ominosos en todo el mundo. En la Rusia de Putin vuelven a levantarse las estatuas de Stalin y Lenin. El totalitarismo islamista campa a sus anchas y, desde Irán y Arabia Saudita, gana posiciones en Turquía y vuelve a avanzar en Argelia, Libia... En Latinoamérica el virus totalitario del castrismo se ha propagado con más virulencia que la Gripe A a los Chávez, Ortega, Morales, Correa, Zelaya o el dúo Kirchner, todos ellos apoyados y jaleados por el presidente Rodríguez.

En Estados Unidos la aventura socialista que fracasó con Carter y fue frenada con Clinton gracias a la mayoría republicana de las Cámaras se ha asentado de nuevo con mucha más fuerza de la mano de ese Zapatero americano que es Obama.

Mientras tanto, en nuestra patria los partidarios de Katyn-Paracuellos siguen esparciendo orgullosamente su ideología, como mínimo tan deleznable como la nazi, y nuestros centros de pensamiento universitarios siguen orgullosos de tener como Doctores "Honoris Causa" a Carrillo o al carnicero de la ex Alemania democrática, Honecker.

Por desgracia, las fuerzas liberticidas del mundo siguen avanzando. El muro se ha reconstruido incorporando ahora la argamasa catastrofista de los totalitarismos "verdes". La ONU es ahora la impulsora del nuevo intervencionismo global. Se pretende convertirla en la nueva fuerza controladora y planificadora no sólo de la economía mundial sino de las libertades personales. El control de la educación a través de la UNESCO, de la producción de alimentos a través de la FAO o de la supuesta explosión demográfica, se unen así a las mentiras del supuesto "calentamiento global", el "agotamiento de los recursos naturales" o el "desarrollo sostenible". El muro sigue en pie.

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