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Carmelo Jordá

2010, año perdido para la industria editorial

Se han cometido tantos errores que se diría que se ha hecho de una forma completamente intencionada, más todavía si tenemos en cuenta que no pocas de esas decisiones equivocadas se habrían podido evitar con tan sólo mirar a la industria discográfica.

Este año que ya se aproxima a su final sólo puede definirse como un año perdido para la industria editorial española, y ojo, no estoy hablando del mercado del libro electrónico, sino del conjunto de una industria que en lugar de trabajar para adaptarse al mayor cambio tecnológico en cinco siglos se ha esforzado en retrasarlo.

Lo peor del asunto es que la situación del mercado es la que es, con un crecimiento muy importante de los dispositivos lectores y un público cada vez más ávido de lecturas electrónicas, así que era un momento fundamental y el retraso que supone perder un año puede ser dramático, sobre todo cuando tampoco antes se había hecho mucho.

Porque no se trata sólo de que tirar 365 días a la basura te suponga un frenazo que luego puedas recuperar, es que lo que se ha hecho ha sido circular marcha atrás durante buena parte de 2010, de forma que hoy es más difícil que hace un año que el eBook tenga un desarrollo sano y razonable.

Y es que se han cometido tantos errores que se diría que se ha hecho de una forma completamente intencionada, más todavía si tenemos en cuenta que no pocas de esas decisiones equivocadas se habrían podido evitar con tan sólo mirar a lo que ocurrió unos años atrás a la industria discográfica, que así anda hoy penando y llorando por los rincones.

Hay una larga lista de pecados que se han cometido y se están cometiendo todavía, como destacaba en su blog Arcadi Espada a partir de un artículo de Cristian Campos, y no sé si es peor la cantidad o el empecinamiento.

Estoy de acuerdo en buena parte del listado que recoge Espada, pero yo destacaría como principal pecado del 2010 lo que ya denominamos por aquí Fiasco Libranda, la iniciativa que debería servir de catalizador y ordenador del mercado de los libros electrónicos en nuestro país, pero en lugar de ello no ha sido sino el mejor ejemplo de lo mal que se están haciendo las cosas.

Procesos complejos cuando no imposibles, decisiones difícilmente justificables desde el punto de vista del usuario, políticas de precios enloquecidas y sobre todo, no me cansaré de señalar esto, un catálogo que más que escaso es raquítico, meramente simbólico y poco menos que ridículo tanto por su volumen (según la propia página en el momento en el que escribo esta crónica tiene 2193 referencias); como por ausencias clamorosas, verbigracia: ni un libro disponible del último premio Nobel, Mario Vargas Llosa, mientras en Amazon encuentro más de un centenar.

Así, con algo que no sabemos si es mera ineficiencia o un comportamiento deliberado la industria del libro en España parece tratar de detener el tiempo, pero por mucho que nos empeñemos el tiempo no deja de pasar y los mercados no pueden frenarse del todo, la mejor prueba de ello es que ya está acabando este 2010 tan desaprovechado, llegan de nuevo las navidades y miles de consumidores compran y regalan lectores de libros electrónicos, como miles han comprado antes el iPad o el Kindle.

¿Encontrarán los libros que de forma legal quieran comprar y leer?

Dentro de unos años lloraremos amargamente por la piratería, pero algunos recordaremos que, como mínimo durante el 2010, todos nos esforzamos en allanarle el camino.

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