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Pío Moa

Suárez y sus barones

La causa por la que UCD no pudo contrarrestar la campaña del PSOE fue, además de la situación a que Suárez estaba llevando al país, la descomposición del Gobierno manifiesta en las famosas baronadas.

En torno a las tesis expuestas en La Transición de cristal he sostenido discusiones, también con amigos que vivieron aquella época en posiciones relevantes de UCD y del Gobierno. Según varios de ellos, hago un retrato injusto de Suárez, por no tener en cuenta lo bastante la campaña brutal de acoso y derribo montada contra él por el PSOE, y porque no calibro adecuadamente el sabotaje de los "barones" de UCD.

Creo haber tenido en cuenta dicha campaña –que en cierto modo derivó al golpe del 23-F–; pero el problema no fue ella, sino la incapacidad de UCD para resistirla, aparte de que el mismo Suárez había dado por liquidada la etapa del "consenso". Un consenso menos positivo de lo que suele creerse, porque de él vino una Constitución elaborada poco democráticamente y llena de goteras cuya ampliación solo era cuestión de tiempo.

La causa por la que UCD no pudo contrarrestar la campaña del PSOE fue, además de la situación a que Suárez estaba llevando al país, la descomposición del Gobierno manifiesta en las famosas baronadas; las cuales suelen explicarse por el desprecio de aquellos barones hacia Suárez como hombre poco leído e intelectualmente por debajo de ellos, y disgustados de obedecerle. Esto es cierto, sin duda, pero secundario. Franco no era un intelectual, muchos de sus ministros le superaban netamente en ese aspecto, y sin embargo nunca perdió su autoridad. Un político no tiene por qué ser una lumbrera, pero debe poseer unos conocimientos sólidos en aspectos intelectuales relacionados con su profesión. Se me hace difícil creer que los presidentes y jefes de Gobierno de Reino Unido, Francia o Alemania tengan la ignorancia que demostró Suárez acerca de la historia de su propio país, de la historia reciente; o del significado del régimen de Franco o de la doctrina marxista. Ignorancia sobre la que asentó un oportunismo maniobrero que le dio algunos triunfos fáciles para llevar finalmente al país a una situación insostenible. Según dicen, él mismo se definió una vez como un chisgarabís de la política. Y ahí, más que en niveles intelectuales, yace su pérdida de autoridad.

Pero bajo ese desprestigio yacía una cuestión fundamental: la política a seguir. Suárez traicionó muy pronto la estrategia de Fernández Miranda, basada en que la oposición antifranquista solo aceptaría el cambio si se sabía débil. Suárez, por contra, fortaleció a la oposición, le dio legitimidad excesiva y concesiones innecesarias, rechazó el acuerdo con Fraga, que le permitía la mayoría absoluta y jugó a un izquierdismo vacuo. De resultas, la UCD quedó en mala posición frente a la ofensiva socialista. La disidencia de los barones, de varios de ellos, se fundaba en la necesidad de corregir aquel rumbo.

Como única lección del desaguisado, Suárez creyó que debía organizar partido incondicional, y así acabó de hundir deliberadamente a la UCD para crear el CDS. Nueva maniobra vacua, cuyo desenlace fue la espectacular mayoría absoluta del PSOE.

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