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Eva Miquel Subías

Los riesgos de no arriesgarse

Mientras José Luis Rodríguez Zapatero valora los pros y los contras de esa propuesta, asumiendo o no los riesgos oportunos, el líder de la oposición habrá pedido calma también a unos cuantos entre sus filas.

"Estate tranquilo" son dos palabras muy escuchadas en el curioso mundo de la política. Especialmente en períodos pre-electorales. Aunque siempre las he vinculado a esa sensación que experimenta alguien cuando su pareja le dice aquello de "tenemos que hablar". Tres palabras demoledoras que pronostican de antemano con total certeza lo que sucederá a continuación. Así es.

Seguro que más de uno y más de una sabe perfectamente lo que quiero decir. Y así lo está sintiendo. Ignoro lo que sucederá finalmente con Francisco Vázquez, otro al que con total seguridad le habrán dicho que permanezca en calma tras su cese como Embajador de España ante la Santa Sede. El aspirante a ocupar uno de los majestuosos sillones del Palacio del Marqués de Bermejillo como defensor del Pueblo se ha topado con la oposición del triunvirato feminista que reina ahora en las filas socialistas.

Según parece, Bibiana Aído, Leire Pajín y Elena Valenciano se la tienen guardada al ex alcalde de La Coruña por no haber respaldado la postura del PSOE al respecto del aborto y del matrimonio homosexual. No sé qué es lo que estará llevando peor Paco Vázquez. El que su nombre no acoja el consenso esperado entre sus compañeros –no se opondría sin embargo el Partido Popular– o el que las trabas procedan de tres personas cuyos méritos se centran en la práctica del más puro de los sectarismos y en la reivindicación permanente de los lemas más tópicos y demodés de la izquierda española. Esto es: católico igual a malo, rancio, casposete. No así las otras religiones, para las que demandan respeto y cuyas posturas con respecto a la mujer se la pasan por sus feministas forros en aras de la traicionera multiculturalidad.

Y mientras José Luis Rodríguez Zapatero valora los pros y los contras de esa propuesta, asumiendo o no los riesgos oportunos, el líder de la oposición habrá pedido calma también a unos cuantos entre sus filas.

Los populares se han doctorado estos últimos años en administrar sus tiempos, sus tensas esperas. Han puesto a prueba hasta el límite su paciencia. Y en su mayoría han salido victoriosos. Menos Francisco Álvarez-Cascos, cuyo aguante no formó nunca parte de sus principales virtudes y cuya decisión sin embargo puede ocasionar algún disgusto a la dirección del PP.

Cuando Mariano Rajoy le dice a alguien que esté tranquilo, significa tan sólo eso. Porque él lo está. De manera permanente, además. No saben la envidia que siento en ocasiones ante esa calma. Los sondeos, por otro lado, se empeñan en alertar de peligrosos acercamientos.

Aunque una servidora piensa que en el amor y en las grandes contiendas, asumir riesgos forma parte en gran medida de la victoria. También de la derrota, pero hasta que no echas los restos no se llega a saber. Y estoy convencida de que el electorado sabe perdonar los errores siempre que se hayan cometido en base a la convicción en el objetivo a alcanzar.

En la actual sociedad digitalizada, donde la información ha pasado el testigo a la comunicación, ésta es clave para conectar con el votante potencial.

Y en ocasiones, sólo en ocasiones, arrebatos como los de Pep Guardiola no sólo son necesarios sino que otorgan credibilidad a esas posturas tan sosegadas, tan calmadas y de tanta entereza que empiezan a empalagar de tanto espíritu políticamente correcto.

Un meneíto de vez en cuando nos sienta estupendamente a los españoles. Créanme.

En España

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