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¿Reflejan los déficits el carácter americano?

El presupuesto del presidente Obama muestra un déficit que nunca baja a menos de 610.000 millones de dólares en los próximos diez años. No, el asunto no es la recesión. Este asunto va de lo que elegimos y por qué

por David Weinberger

Ezra KleinMark Thoma y Paul Krugman discrepan de David Brooks por sugerir que el fracaso de años recientes en mantener los déficits presupuestarios bajo control representa un asunto moral. "Cada generación tiene un incentivo para gastar en sí misma”, dice Brooks, “pero ninguna acumulaba déficits gigantescos hasta la actual [generación]. Algún tipo de normas morales lo evitaba".

Krugman y compañía no están en absoluto de acuerdo con eso. En su opinión, el colapso deficitario es sólo el resultado natural de una recesión, no una cuestión de la virtud o el carácter americano.

“Los déficits actuales reflejan la consecuencia de una crisis financiera generacional”, comenta Klein. “Muestran a una economía salvándose a sí misma, no a una generación gastando en sí misma”. En la misma línea, Thoma añade: “Decir que los recientes cambios en la deuda reflejan un asunto moral cuando está siendo empujada por la recesión es muy engañoso”. Y Krugman ridiculiza la “afirmación totalmente estrambótica de que los grandes déficits presupuestarios con los que estamos operando actualmente son el resultado de una pérdida de autocontrol”.

Gastar algo más en subsidios por desempleo durante una recesión es razonable, incluso aunque ampliarlos hasta 99 semanas fuera excesivo, pero ¿no podríamos haber ejercido algo de autocontrol recortando en otro sitio para pagarlos? ¿Fue una cuestión de elección o de inevitabilidad gastar 800.000 millones de dólares en “estímulos” e incrementar perpetuamente los presupuestos federales anuales?

Sin lugar a dudas, la recesión y la anémica recuperación bajo las directrices del presidente Obama incrementaron sustancialmente los déficits presupuestarios actuales mientras reducían los ingresos tributarios y elevaban algo el gasto federal. Sin duda Brooks estaría de acuerdo con esa observación. Pero la recesión ni siquiera es una explicación convincente para los actuales déficits. Según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), el gobierno federal operó con un déficit presupuestario de alrededor de un billón de dólares tanto en 2009 como en 2010 tras ajustar ingresos y gastos por la recesión. Sin duda el panorama era tan sombrío en 2011 como lo será de nuevo este año.

Lo peor, si algo pudiera ser aún peor, incluso después de unos recortes fiscales masivos y una gran cantidad de trucos presupuestarios, es que el propio presupuesto del presidente Obama muestra un déficit que nunca baja a menos de 610.000 millones de dólares en los próximos diez años. No, el asunto no es la recesión. Este asunto va de lo que elegimos y por qué.

Parece que nuestros anteriores estadistas pensaban que teníamos elección. Tome en consideración este mensaje del presidente Grover Cleveland de cuando trataba de apretarle el cinturón al gobierno vetando proyectos de ley presupuestaria de gasto durante una crisis en la década de los 90 del siglo XIX: “La ayuda federal en tales casos estimula la expectación de cuidado paternal por parte del gobierno y debilita la solidez de nuestro carácter nacional”.

Del mismo modo, unas décadas más tarde, el presidente Warren Harding hablaba de un gobierno virtuoso que viviera dentro de sus posibilidades en su discurso aceptando la nominación de candidato republicano a la presidencia. Indicó que el gobierno necesitaba cortar el gasto, incluso durante una recesión aguda (y lo que hizo bajo su mando):

"Intentaremos una deflación inteligente y valiente y atacaremos el pedir prestado del gobierno ya que acrecienta el mal…El gasto innecesario y la descocada extravagancia han marcado todo declive en la historia de las naciones".

La ortodoxia moral indudablemente ha cambiado desde los años 30. James Wilson traza la génesis del regreso al economista John Maynard Keynes. “Keynes”, dice Wilson, “fue un revolucionario moral…Supeditó las restricciones convencionales sobre la financiación del déficit al análisis racional, no con el fin de mostrar que la deuda siempre era buena sino para probar que no era necesariamente mala”.

El mensaje de Keynes, continúa Wilson, era que el gasto deficitario del gobierno “debería ser juzgado por sus efectos prácticos y no por su calidad moral”. Entonces, según el propio modelo de Keynes, el estímulo de Obama ha fracasado porque la economía no ha respondido y sólo ahora está cobrando ímpetu dos años después de que comenzara el estímulo de Obama – a pesar del estímulo, no debido al estímulo y el resto de normativas de Obama.

Poner a un lado las dimensiones morales es una visión hoy ampliamente aceptada, especialmente entre la izquierda. Sin embargo, poner a un lado las consideraciones morales en beneficio de la conveniencia es un camino peligroso. No se puede negar que en años recientes, gastar el dinero que no tenemos y diferir el pago para el futuro ha eclipsado el derecho de nuestros hijos a nacer libres de estas obligaciones. Y tal como nuestros hijos nos recordarán en años venideros, ese es un asunto que no puede escapar a la moralidad.

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