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Antonio José Chinchetru

Assange, Garzón y Correa

Los tres personajes forman un trío de intereses cruzados. No sabemos si el juez español ha ido a Londres por encargo del político ecuatoriano o, por el contrario, ha sido una idea suya o del australiano. En cualquier caso, les viene bien a todos.

No tiene nada de sorprendente que el juez Garzón se encargue de dirigir la defensa jurídica de Julian Assange. Ambos personajes tienen mucho en común, mucho más de lo que pudiera parecer a primera vista.

Para Garzón la defensa de los derechos humanos es una cuestión selectiva, como demuestra que se negara a investigar las denuncias por lesa humanidad contra Fidel Casto que pasaron por sus manos. A Assange le ocurre lo mismo en su papel de paladín de la libertad de expresión. Sus méritos en este terreno son evidentes, y algunas de las filtraciones que han pasado por su web han sido muy valiosas. Pero ahí queda la cosa. No duda en aliarse o buscar el apoyo de gobiernos cuya trayectoria represiva en la materia es bastante extensa. Así, resulta significativo que el australiano se convirtiera en la estrella del canal televisivo internacional Russia Today, dependiente del Gobierno de Moscú.

Rusia tiene un triste historial en materia de libertades informativas o de opinión. En dicho país se asesinan periodistas sin que posteriormente se investiguen las muertes de forma rigurosa. Es más, existen sospechas fundadas de que en algunos casos los responsables podrían ser los propios servicios secretos rusos. Pero incluso en lo relativo a Internet, de la cual Assange se ha erigido como gran héroe, las cosas pintan feas en las tierras gobernadas desde Moscú. La libertad de la red en este país no deja de degradarse.

Al juez y al activista les une además la figura de Rafael Correa. Fue en Russia Today donde surgió el "romance" entre Assange y el presidente ecuatoriano. El fundador de Wikileaks entrevistó al mandatario y surgió una evidente complicidad entre ambos, que explica que el australiano haya optado por pedir asilo al país suramericano. Se trata de un regalo para el político, que ahora argumenta que si él reprimiera la libertad de expresión, el lugar elegido habría sido otro. Pero la realidad es que Ecuador es, después de la Cuba castrista, el país de América donde más se reprime a los periodistas y medios de comunicación.

Garzón, por su parte, va a recibir un generoso pago del Gobierno de Correa para, supuestamente, asesorar sobre una reforma de la Justicia en Ecuador. Sin embargo, los abogados ecuatorianos han denunciado en diversas ocasiones que el exmagistrado español cobrará por no trabajar. Es más, han protestado porque consideran que se mantiene ciego, sordo y mudo ante la creciente manipulación de la judicatura desde el poder político.

Los tres personajes forman un trío de intereses cruzados. No sabemos si el juez español ha ido a Londres por encargo del político ecuatoriano o, por el contrario, ha sido una idea suya o del australiano. En cualquier caso, les viene bien a todos. Y, además, vuelve a poner ante los focos a Garzón y Assange, dos hombres que ansían la notoriedad pública y necesitan de ella. La situación en la embajada ecuatoriana en Reino Unido estaba estancada, y la última filtración de Wikileaks ha pasado sin pena ni gloria, de forma que casi todo el mundo se había olvidado del caso. Ahora ya vuelve a hablarse de él.

Garzón y Assange vuelven a convertirse en el centro de atención de medios de todo el mundo, algo de lo que disfrutan como tan sólo lo hacen algunas estrellas del pop.

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