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Daniel Pipes

Conozcan al verdadero soberano de Egipto: Mohamed Tantawi

Si bien los extranjeros siguen en gran medida ciegos ante las intervenciones del Consejo equivalentes a un golpe de estado militar, los egipcios se dan cuenta en general de esta realidad.

¿Qué significa que Mohamed Morsi sea ahora presidente de Egipto? Pronunciándose por el consenso estadounidense, Bret Stephens se decanta en el Wall Street Journal en contra del consuelo de que la victoria de la Hermandad Musulmana sea "simplemente simbólica, puesto que el ejército sigue teniendo el control armamentístico", y procede para concluir que "Egipto está perdido".

Nosotros vamos todavía más allá: las elecciones no sólo fueron simbólicas sino ilusorias, y la cúpula militar las tenía guionizadas.

Morsi no es el político más poderoso de Egipto ni el comandante en jefe. Presumiblemente, ni siquiera dirige la Hermandad Musulmana. Su puesto no está definido. Un golpe militar podría deponerle. Por primera vez desde 1954, el presidente de Egipto es una figura de segunda fila, cumpliendo el papel secundario y funcional largo tiempo familiar entre sus primeros ministros.

Mohamed Tantawi es el verdadero soberano de Egipto. Presidente del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF, por sus siglas en inglés), cargo más elevado del ejército, y además Ministro de Defensa. Hace las veces no sólo de comandante en jefe sino también de gerente en la práctica de cada una de las tres ramas gubernamentales egipcias. Tantawi es un autócrata de poderes prácticamente absolutos.

En calidad de principal representante de la junta militar que lleva desde febrero de 2011 al frente de Egipto, su trabajo consiste en ampliar de forma indefinida el mandato de la junta en el futuro, garantizando de esta forma a los oficiales militares sus privilegios y sus ventajas.

El Consejo saca tajada de la Hermandad Musulmana y de otros satélites como fachadas civiles, papel que ellos están encantados de interpretar, al permitirles hacerse con un porcentaje desproporcionado del voto parlamentario y alcanzar más tarde la presidencia. Las crónicas procedentes de Egipto indican que durante el sospechoso retraso de una semana que separó las presidenciales del anuncio de los resultados, el Consejo Supremo se reunió con el verdadero líder de la Hermandad Musulmana, Jairat El-Shater, y alcanzó un acuerdo en virtud del cual Morsi se convertiría en presidente pero el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas seguiría gobernando.

El poder de los militares

Para comprender el poder del Consejo, hay que destacar tres intervenciones que llevó a cabo en coordinación con las presidenciales la primera de las cuales fue la imposición de la ley marcial: el 13 de junio, el Ministro de Justicia dio permiso a los Servicios de Inteligencia y a la policía militar para detener a voluntad a los civiles y encarcelarles durante seis meses si manifestaban cualquier forma de oposición escrita o artística al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, a la policía, o a sus satélites islamistas. Protestar contra estas mismas instituciones en la calle puede conducir a una condena a la pena capital.

La segunda fue la disolución del parlamento: basándose en que las elecciones parlamentarias celebradas entre el 28 de noviembre de 2011 y el 1 de enero de 2012 vulneraron la constitución (que prohíbe postularse a escaños individuales a candidatos oficialistas), el Tribunal Supremo Administrativo resolvió declararlas nulas en febrero de 2012.

El 14 de junio, el Tribunal Supremo Constitucional, controlado por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, ratificó este fallo y disolvió el parlamento. En perspectiva, se diría que el Consejo Supremo, que supervisó esos comicios, permitió a propósito a los islamistas vulnerar la ley como para disponer de una excusa para disolver el parlamento egipcio fraudulento a voluntad.

El tercer paso fue sembrar la premisa de un golpe: el Consejo Supremo realizó una declaración constitucional el día 17 de junio que formalizaba sus intenciones de prolongar los 60 años de gobierno militar. El Artículo 53/2 afirma que, frente a la inquietud interna, "el presidente puede decretar una orden de utilizar a las fuerzas armadas - con la aprobación del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas - para defender la seguridad y proteger los bienes del Estado". La base para un golpe de estado no podría elaborarse de forma más clara.

Si bien los extranjeros siguen en gran medida ciegos ante las intervenciones del Consejo equivalentes a un golpe de estado militar, los egipcios se dan cuenta en general de esta realidad. El izquierdista Movimiento Juvenil del 6 de Abril declaraba los resultados "un golpe de estado amable". El periodista Zainab Abú El-Magd destaca de forma amarga que "los golpes políticos se llevan a cabo en estos tiempos mediante 'elecciones justas'". Ziad Abdel Tawab, responsable en funciones del Instituto de Estudios de los Derechos Humanos de El Cairo, llama "golpe militar flagrante" a la disolución del parlamento. Un periódico egipcio llamaba a Morsi "el presidente sin competencias", al tiempo que un islamista le comparaba con la Reina Isabel II de Gran Bretaña.

El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas está luchando por perpetuar un estatus quo en el que el cuerpo de oficiales disfruta de la vida y el resto del país satisface sus necesidades. Dentro de ese plan, hacer de Morsi el presidente de Egipto en apariencia es una medida inteligente: le hace responsable si los problemas económicos del país llevan al hambre. Pero la deshonestidad del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas también reviste grandes peligros, dado que una población, harta de tiranía y atraso, acaba lastrada con más de lo mismo. La próxima explosión podría hacer palidecer al levantamiento de principios de 2011.

Para ayudar a evitar esa explosión, los gobiernos occidentales deberían de adoptar la política de presionar de forma gradual al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas para que permita una mayor participación política genuina.

*Este artículo ha sido escrito en colaboración con Cynthia Farahat

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