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Las recetas las conocemos; falta aplicarlas

Si algo ha demostrado esta crisis de forma palmaria es que la actual estructura del Estado de las Autonomías es financieramente insostenible y políticamente perniciosa.

El Partido Popular cuenta entre sus filas con destacados referentes que saben a la perfección cuáles son los profundos males que aquejan a la economía española y, por ende, la manera de salir del barranco en el que estamos desde hace cinco largos años. Referentes como el expresidente del Gobierno, y Presidente de Honor del propio PP, José María Aznar, que este viernes denunció que los dos "grandes problemas" que lastran al país son el modelo de Estado y el mal llamado sistema del bienestar.

Efectivamente, si algo ha demostrado esta crisis de forma palmaria es que la actual estructura del Estado de las Autonomías es financieramente insostenible y políticamente perniciosa. Los contribuyentes no pueden permitirse por más tiempo el lujo de mantener diecisiete miniestados, con sus respectivos parlamentos, organismos y entramados empresariales. Esperanza Aguirre fue la primera en abrir el melón del modelo territorial, tras plantear abiertamente al Gobierno la posibilidad de devolver parte de las competencias transferidas a las CCAA. Rajoy, sin embargo, hizo oídos sordos a este debate, cuya resolución es crucial para el futuro del país.

Nuestro modelo de Estado, que constituye una completa anomalía en el panorama internacional, precisa de una reforma urgente y profunda. O bien se centralizan gastos e ingresos, o bien se descentralizan; pero lo que resulta del todo inaceptable es un sistema en el que, por regla general, se premia a las regiones que despilfarran mientras se detraen recursos de las más prudentes y ahorradoras.

El segundo de los grandes problemas denunciados por Aznar es igual de acuciante. España ha vivido muchos años por encima de sus posibilidades gracias a una enorme burbuja crediticia e inmobiliaria que posibilitó que los ingresos fiscales se incrementaran a un ritmo de dos dígitos sin necesidad alguna de subir impuestos. Ese auge artificial, sin bases sólidas, llegó a su fin en 2007, pero los políticos se niegan a admitir la realidad, que somos menos ricos de lo que pensábamos y que, por tanto, es imposible que mantengamos los servicios públicos tal como están, esto es, totalmente sobredimensionados a causa del boom. Es preciso introducir cambios profundos en el Estado del Bienestar, eliminando servicios que resultan innecesarios y, sobre todo, introduciendo nuevos modelos de gestión de eficacia probada en otros países. Miremos a Suecia, por ejemplo, que salió de una crisis igualmente aguda gracias, en gran medida, a su decidida apuesta por la sociedad civil y la iniciativa privada.

El expresidente acierta, pues, en el diagnóstico. Ahora bien, la mera identificación de los problemas no asegura en ningún caso la correcta resolución de los mismos. Falta lo más importante, ponerse manos a la obra y aplicar con convicción la necesaria terapia de choque que precisamos. Como bien ha recordado Manuel Pizarro, es hora de "sacar la cara y decir con orgullo lo que queremos hacer" para salir de la crisis. Es decir, de apostar claramente por la libertad.

Los consejos de estos dos referentes para la España liberal-conservadora deberían ser tenidos tenerse muy en cuenta en Moncloa. El tiempo de las buenas intenciones ya pasó. Es hora de actuar.

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