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Jorge Alcalde

'Sandy' en campaña

Cuando la naturaleza se muestra como tiene que ser, impredecible, salen ganando los que no sienten reparos intelectuales en practicar el ecoalarmismo.

Cuando la naturaleza se muestra como tiene que ser, impredecible, salen ganando los que no sienten reparos intelectuales en practicar el ecoalarmismo.

El martes que viene no habrá ninguna papeleta con su nombre en los centros electorales de Estados Unidos. Pero no cabe duda de que va a ser unos de los centros de atención en la recta final de la campaña. Se llama Sandy y es un huracán.

Pocos analistas se atreven a decir que la irrupción de los vientos huracanados de Sandy en plena campaña no va a tener un valor casi determinante. El apoyo a la gestión de Obama por parte del republicanísimo gobernador de Nueva Jersey ha causado sensación en muchos medios. Menos insólito resulta el espaldarazo del alcalde de Nueva York al candidato demócrata por, entre otras cosas, "su postura ante los desastres naturales y el cambio climático".

Cuando la naturaleza se muestra como tiene que ser, impredecible, siempre salen ganando los mismos: los que no sienten reparos intelectuales por acusar al hombre de la gravedad de los vientos, los que sacan pecho del "ya lo decía yo" ecoalarmista.

Con los rescoldos de la tormenta aún humeantes afloraron las noticias sobre la supuesta intervención del ser humano en el agravamiento de los huracanes. Afirmaban algunos medios españoles que se ha demostrado que Sandy fue "un 10 por 100 más virulento a causa del calentamiento de la Tierra"... según científicos dedicados desde hace años a demostrar que el cambio climático es responsable de un aumento de la producción de ciclones. Y el título queda ahí para los restos. Como si los científicos no fueran, también, partidistas. ¿Imaginan un titular de esta guisa: "Demostrado, el Real Madrid en el mejor equipo del mundo, según un estudio realizado por Iker Casillas"?

Con exquisita precaución, los candidatos a habitar la Casa Blanca los próximos cuatro años se han esforzado en evitar la sensación de que estaban politizando a Sandy. Pero la realidad es que, en plena campaña electoral, cada gesto, cada acto, cada palabra es política. Obama se ha dedicado a ofrecer la imagen de gestor eficaz y Romney ha tenido que conformarse con el papel de testigo activo de la catástrofe. Han sido, sin embargo, los medios, sobre todo los tradicionalmente más anti-republicanos, quienes se han encargado de embarrar el terreno más allá de donde los lodos de la tormenta lo habían embarrado, es decir, más allá de los 10 estados afectados directamente por el desastre.

Para ello han resucitado dos palabras mágicas que parecían adormecidas en la campaña: cambio climático. Hace una semana nos asombraba la constatación de que por primera vez desde 1988 el cambio climático no se había mencionado ni una sola vez en los tres debates televisados entre candidatos. Parecía que el calentamiento de la Tierra había dejado de preocupar a los dos políticos más influyentes del mundo. Sandy se ha encargado de rescatarlo. Aunque en ocasiones con un grado de incertidumbre propio de alguien que anduviera analizando la realidad en medio del ojo de un huracán. El primer párrafo de un artículo sobre el tema en la revista digital Quarz es paradigmático:

¿Es el cambio climático el responsable del huracán Sandy? La respuesta rápida es sí, un poco, quizás mucho, pero aún no lo sabemos y quizás nunca lleguemos a saberlo con certeza.

Efectivamente, como "respuesta rápida", la frase no tiene desperdicio. La respuesta más reposada requeriría reconocer que los climatólogos no saben realmente si el calentamiento causa o causará más o menos huracanes. Entre otras cosas, porque carecemos de un buen registro de huracanes anterior a 1970, cuando se empezó a monitorizar desde el espacio estos fenómenos de manera consistente.

Además, Sandy no ha sido un huracán normal. Fue un suceso extremadamente raro de convergencia entre un ciclón tropical procedente del sur y una tormenta descolgada desde las aguas del norte. Un hecho tan raro tiene muy poco que enseñar sobre tendencias futuras. Sería como tratar de demostrar las capacidades de cognición del ser humano analizando a un hatajo de borrachos.

A lo más que los científicos pueden llegar hoy es a afirmar que los ciclones y las tormentas perfectas están relacionadas con dos fenómenos muy diferentes (al menos). Uno es la temperatura de las aguas atlánticas. El otro es el gradiente de temperatura entre las aguas del Ártico y las más cercanas a los trópicos. En el primer caso, un posible calentamiento de la Tierra aumentaría la potencia de los huracanes. En el segundo, paradójicamente, los haría más leves, ya que reduciría la diferencia de temperatura entre ambas masas de agua.

Es decir, que no sabemos muy bien cómo afectaría el cambio climático a estos devastadores fenómenos. Pero el tiempo ya ha corrido a la velocidad de los vientos ciclónicos y Sandy ya se fue, dejando a su paso una espantosa nómina de muertos y miles de millones de dólares de daños materiales... y una huella ya imborrable en la campaña electoral de Estados Unidos. Ha vuelto a sugerirse algo que por primera vez desde 1988 había desaparecido del debate: que el ser humano es malo malísimo, que su acción está detrás de las catástrofes más feroces de la buena buenísima naturaleza. Y que ese ser humano malo malísimo, si es republicano, es aún peor.

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