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Zoé Valdés

El mundo es de los Castro

El mundo es de los Castro, pertenece a dos viejos criminales. Sigan callándose, pero después no lloren ni se lamenten. Ya será muy tarde.

El mundo es de los Castro, pertenece a dos viejos criminales. Sigan callándose, pero después no lloren ni se lamenten. Ya será muy tarde.

No lo consiguieron Napoleón ni Hitler, ser los dueños del mundo, pero sí los hermanos Castro. Castro I y Castro II, Fidel y Raúl. Porque si analizamos el mundo en que el vivimos, es una copia calcada de lo que hemos vivido los cubanos en Cuba desde hace más de cinco décadas, que se dice fácil.

Intolerancia, robos, la burla de los políticos frente al pueblo, la pobreza de unos y la riqueza de otros, los bancos y los gobiernos unidos, apoderándose de las casas de los que con su esfuerzo las han casi pagado, una ideología triunfante, el comunismo y el fascismo –gobernando alternativamente–, bajo las máscaras del izquierdismo y el derechismo, y el desorden de toda una canalla presuntuosa imperando, de la plebe en el poder. Vomitivo. La prensa más corrupta que nunca, salvo raras excepciones, los medios sólo trabajan para alimentar a la ideología que los engorda.

En medio de toda esa basura, la Celac, un invento de Hugo Chávez, quien lleva ya no sé cuánto tiempo gobernando sin gobernar, como uno de aquellos muñecones o siquitraquis manejados por cuerdas. No se sabe si está vivo o muerto, y un país entero continúa viviendo la más absurda de las situaciones. Todo lo que haya inventado Hugo Chávez, tengan por seguro que se le ocurrió primero a los Castro. Chávez es sólo el títere teledirigido por los Castro.

De modo que la Celac se reúne en Chile, allí reciben al tirano Castro II con honores militares y le permiten declarar una sarta de mentiras que dan vergüenza ajena. Además se las da de gracioso, el muy pujón.

Estamos hablando de Chile, un país al que los cubanos le dimos la vida, al que los cubanos le dimos nuestras cuotas de comida durante la dictadura de Pinochet, y no una, cientos de veces. Estamos hablando de un país al que le dimos nuestra sangre y por el que pasamos hambre. Ese país en su gran mayoría ha permitido, sus políticos lo han recibido como a un rey de reyes, que un dictador que lleva 54 años desangrando a Cuba sea visto y oído como un demócrata. Siento verdadero desprecio, no puedo evitarlo.

Para colmo, a este criminal lo nombran presidente de honor de la Celac. ¿Podemos creer en la Celac? No. ¿Debiéramos creer en esos políticos, en esos presidentes que se hacen llamar demócratas? Para nada. Pero ahí está la cosa, tal cual.

Ayer perdí mi tiempo escribiendo una carta, un llamado a los intelectuales, artistas y demócratas de Centroamérica, Suramérica y España. Salvo Paquito D'Rivera, el músico cubano, nadie más de relevancia se ha hecho eco de ese llamado, sólo gente humilde, la gente de a pie, los cubanos y unos pocos latinoamericanos han dejado sus comentarios en mi blog y han decidido reproducir la carta en internet. Pocos periódicos de América Latina ni de España la han divulgado. ¿Por qué? Pues porque todavía creen en Raúl Castro, porque después de más de seis años de que este señor tomara el poder de manera dinástica e ilegal, y en los que no ha hecho nada considerable en nombre de la democracia y de la libertad (yo nunca he esperado que haga nada, no espero nada de un asesino), pues todavía hay quienes esperan que este señor revolucione la economía cubana y sea el libertador transicional. La única transición que a este tirano le interesa es la que haga con sus herederos, de Castro a Castro, tal como hizo su hermano con él. Y eso con el apoyo de una disidencia creada también por él.

Les voy a decir una vez más quién es Raúl Castro y quiénes son los que esperan tales cambios de su parte. Son los ladrones, los criminales, los que se burlan del pueblo cubano al igual que él, los que pretenden enriquecerse con el dolor del pueblo cubano. A los que a la larga les conviene que la ideología que representan los Castro, la ideología del terror, siga imperando en Cuba, y muy pronto en el mundo. Si no ya.

En el año 1960 Raúl Castro soltó sin más ni más que su sueño era colocar tres bombas en Nueva York y hacerla desaparecer (lean Fidel Castro, el tirano favorito de Hollywood, de Humberto Fontova, página 25). No le hizo falta, su sueño se lo cumplió Ben Laden. Además, con las bombas humanas que ha ido colocando en Miami y en otras partes del territorio norteamericano, a través de una penetración cada vez más gigantesca y peligrosa del hombre nuevo, y con las que ha ido sembrando en América Latina, que en realidad se llama Suramérica, con lo que están haciendo dentro del Gobierno norteamericano, en su seno mismo, ya con eso tiene garantizado el desastre.

No sólo acabarán con los Estados Unidos, no solamente serán los dueños del mundo, además los destruirán, como hicieron con Cuba, como han hecho con todo.

De manera que, como advertimos los cubanos a los venezolanos hace mucho tiempo, después no digan que nadie vino a contárselo, ni a abrirles los ojos. Porque a mí se me ha caído la lengua de tanto repetirlo. El mundo es de los Castro, pertenece a dos viejos criminales. Sigan callándose, pero después no lloren ni se lamenten. Ya será muy tarde. Ya es muy tarde.

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