Menú
Pedro de Tena

A los liberales andaluces del s. XXI

Mandad callar de una vez a los que han borrado el nombre de Andalucía de la historia de España.

Lo decía el gran Alexandre en unos versos perdidos en el tráfago de su obra completa: "La historia a veces calla los nombres./ El que prendió aquel fuego./ Quien lo apagó. El amante./ Quien nunca amó. Aquel viento./ En él, siempre invisible, las nubes van volando". El nombre de Andalucía se ha callado. Han sido los que prendieron aquel fuego de la dignidad, ser una región como las demás no un pedazo de Sur sumido en la pobreza. Luego se lo ha callado el que apagó aquel fuego, tras llegar al poder y pasar más de treinta años disfrutando de las succiones inmorales del dinero de todos para no ser capaz de adelantar ni un puesto en la relación de bienestar de las comunidades. El amante, el amante farsante, que eligió callar el nombre de Andalucía porque prefirió su nomenclatura política a la realidad de los hombres y mujeres. Quién nunca amó ni la amó pero la utilizó, canonizando a un vate y condenando a los que no asentían. Y el viento, no el de aquel presidente que lo consideraba dueño de la tierra, todavía se oyen risas en los confines del sentido común, también se ha callado el nombre de Andalucía.

Primero, ya con un Estado, las Indias, la puerta, el puerto de América, la riqueza atravesándola y dejando sólo fantasmas. Luego, unas clases poderosas, aristocráticas, llenas de tierra y vacías de corazón, que sacaban el dinero a manos llenas de ella para que el hambre ocupara su sitio por negligencia y falta de amor a su gente. Después, los héroes, los únicos benditos de esta historia, liberales y valientes –cuando alguien clama contra el liberalismo en Andalucía no tiene ni idea–, que lograron que Andalucía estuviese junto a Cataluña y el País Vasco a la cabeza de la industria pionera y cuyo nombre fue callado por los nacionalismos ya entonces insaciables. Juan Velarde, profesor, díganos qué quiso decir cuando insinuó que el fin de la industria andaluza y de sus empresarios emergentes fue una decisión política tomada en el Gobierno de España. Larios, Loring, Heredia, Bonaplata, Ibarra y los vinateros de Cádiz, por señalar las huellas, gente que creyó en este Sur callado, silenciado mejor, por sus devoradores.

Y finalmente, desde el primer tercio del siglo XX, la decadencia absoluta. Los ricos mirando a Madrid. Los pobres esperando en Barcelona. Nadie, silencio, callado su nombre, en la Andalucía del franquismo, el gran consagrador del nacionalismo pequeño y egoísta de las dos regiones de España que sí que tienen nombre. Y llegó la transición y con ella las libertades y la equiparación, la dignidad de la igualdad de oportunidades. Y pasó el tiempo y nada, más paro, más silencio, más callado su nombre, más que nunca. De nuevo la ha atravesado el dinero, esta vez de la vieja Europa, y no ha servido sino para hacer grandes a los partidos, a los sindicatos y a las administraciones públicas. Pero ¿quién crea riqueza, real, tangible, no empleos ineficientes, falsos, propios de Planes E, estúpidos, sin cordura, sin futuro? Sí, los nuevos liberales andaluces, no aquellos de Machado que sólo entendió a don Guido, sino los capaces de dar un puñetazo en la mesa de silencio de Andalucía, y decir cómo se puede conseguir por fin que esta región, pilar de la España que tiene que venir, tenga un horizonte donde el paro no sea un factor más de la vida, como el amor o la muerte, que decía aquel parado gaditano en The New York Times. Que tiene tela. Callado el nombre de Andalucía hasta las trancas, cuando sale, sale en plan metafísico y dice eso del paro. A ver, liberales andaluces del siglo XXI, emprendedores altivos, sacad el nombre de la Andalucía digna del empleo, de la autonomía personal y la educación próspera y mandad callar de una vez a los que han borrado su nombre de la historia de España.

En España

    0
    comentarios