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José García Domínguez

Hacia la gran coalición PP-PSOE

Gobierne quien gobierne, las secas directrices de Bruselas escaso margen habrán de dejar para las alegrías demagógicas y el toreo de salón.

Gobierne quien gobierne, las secas directrices de Bruselas escaso margen habrán de dejar para las alegrías demagógicas y el toreo de salón.

A la aritmética parlamentaria le sucede como al corazón: también tiene razones que la razón no entiende. Así, en el clímax de la reyerta tabernaria entre PP y PSOE a cuenta de la corrupción recíproca, los números de las encuestas auguran un matrimonio de conveniencia entre Génova y Ferraz. La gran coalición para salvar los muebles del bipartidismo comienza a estar a punto de caramelo en todas las catas demoscópicas. Aunque solo fuese porque la correlación de debilidades entre los partidos principales, ésa que certifican los sondeos, no deja muchas más alternativas, si es que alguna deja. Al respecto, la mayoría absoluta ya resulta a día de hoy el sueño de una noche de verano tanto para Rajoy como para Rubalcaba.

Al tiempo, la imparable fragmentación del Hemiciclo vetará el tradicional recurso a CiU como bisagra multiusos a disposición de socialistas o populares. Una bisagra siempre óptima en la medida en que no representaba competencia alguna por el electorado de sus socios de ocasión. Circunstancia muy distinta a la que se daría en los casos de Izquierda Unida o UPyD. Y es que un elemental instinto de supervivencia aconseja que ninguno de los grandes alimente el crecimiento de sus adversarios directos, ora los comunistas ora la transversal Díez, franqueándoles la puerta del Consejo de Ministros. Sería concesión temeraria a medio plazo. Por lo demás, la hipótesis de un apoyo parlamentario externo choca de bruces con la irrenunciable vocación populista de los partidos emergentes, siempre tan atentos a prodigarse con gestos teatrales para la galería.

Gobierne quien gobierne, las secas directrices de Bruselas escaso margen habrán de dejar para las alegrías demagógicas y el toreo de salón. A ninguno de los dos grandes les convendría el asunto. Por su parte, los pequeños acabarán convenciéndose de aquello que repetía Juan de Mairena a sus discípulos, a saber, que resulta mucho más fácil estar au dessus de la mêlée que a la altura de las circunstancias. La gran coalición es el último tabú a superar por una democracia, la española, en nada distinta ya al resto de las europeas. Si puede ocurrir en Alemania, en Italia, en Holanda, en Portugal, ¿por qué no aquí? ¿Acaso porque molestaría a los micronacionalistas? Si un avatar aconseja la entente entre las fuerzas mayoritarias del país, es esta crisis de la que andamos lejos de salir, pese al gratuito optimismo que domina el discurso oficial y oficialista. Lo dicho, ¿por qué no?

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