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Zoé Valdés

Huber Matos, la mirada envidiable

Me inclino ante el hombre que a lo largo de toda una vida, y de todo ese libro, clave para la historia de Cuba, reconoció y asumió sus errores.

Me inclino ante el hombre que a lo largo de toda una vida, y de todo ese libro, clave para la historia de Cuba, reconoció y asumió sus errores.

Tenía los ojos más bellos del mundo, de un azul intenso y cálido, como si su mirada hubiera absorbido de golpe todo el mar de Cuba y el de Miami. Me recibió en su humilde casa en una ocasión, hace algunos años, para una entrevista filmada, y hace poco me dio otra entrevista escrita para El Economista. Huber Matos no escondía jamás quién había sido él y cuáles habían sido sus funciones al lado de Fidel Castro, pese a los muertos de aquella guerrilla, de cuya responsabilidad, frente a lo que él llamaba y muchos llaman todavía "la dictadura de Batista", nunca pudo deshacerse, ni quiso.

Leí voraz su libro Cómo llegó la noche, es uno de los textos claves para comprender la terrorífica personalidad de Fidel Castro y su cobardía. Cómo llegó la noche, citado en La ficción Fidel, mi ensayo publicado por Planeta en 2008, me dio la fuerza para escribir desde otros ángulos, desde otra generación, ese libro sobre Castro I, dejando a un lado mi novela sobre Batista.

En una Feria del Libro de Miami, precisamente cuando presenté ese mismo libro La ficción Fidel, Huber Matos se hallaba en primera fila, lo que yo agradecí verbalmente. Sin embargo, cuando alguien preguntó si todavía yo estaba en el camino de escribir sobre el dictador Batista, y yo contesté: "Sí, voy a escribir sobre el presidente Batista", entonces, inmediatamente tras mi respuesta Huber Matos se levantó y se marchó antes de que el acto acabara. Ahí sopesé parte de su honestidad, la de no traicionar sus principios, los de su lucha. Pero ahí también se pudo comprobar cuán difícil es una generación demasiado trascendental e histriónica que no ha dejado de mirarse el ombligo, y que no cuidó el futuro de Cuba, el futuro de las nuevas generaciones, mi futuro. Y todo por creer que vivían en el país peor del mundo, dicho por ellos mismos.

Siento un enorme respeto por Huber Matos, por el resistente, por el preso político durante veinte años, por el defensor de Camilo Cienfuegos y del pueblo cubano. Siento un inmenso cariño y admiración por el anciano, por el maestro, por el pensador. Sin embargo, sigo insistiendo en que Cuba tendrá que curarse de ese olvido nefasto en relación a las figuras que fueron en cierta medida culpables del horror, de todas. Eso ocurrirá cuando dejen de mentar invariablemente a un solo culpable: Batista. No, no es justo con la memoria de todo un pueblo. Desde el título de su libro Cómo llegó la noche ya el comandante Huber Matos, de cierta manera y hasta cierto punto, acepta que en la imposición de la oscuridad participaron muchos, todos ellos. Me inclino ante el hombre que a lo largo de toda una vida, y de todo ese libro, clave para la historia de Cuba, reconoció y asumió sus errores. Desprecio profundamente a aquellos que todavía, por oportunismo barato, siguen cometiendo errores en nombre de liderazgos absurdos, y apañando a personajes que continúan sin estar claros en la lucha por la libertad de Cuba.

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