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Francisco Pérez Abellán

Viejo crimen, nueva lección

Un asesinato terrorífico de 1924, en Chicago, resulta hoy una lección terriblemente novedosa para la sociedad española.

Un asesinato terrorífico de 1924, en Chicago, resulta hoy una lección terriblemente novedosa para la sociedad española. Dos jóvenes ricos, inteligentes pero abandonados por la tutela familiar, se proponen la comisión del asesinato perfecto como un gran reto. Richard Loeb y Nathan Leopold, de 18 y 19 años, secuestran y matan a golpes con un escoplo a un menor de 14 a la salida de la escuela. Aquel hecho plantea ahora la creciente actividad de muchachos inteligentes, desorientados y faltos de cariño que se echan en brazos del delito. Jóvenes que golpean a sus padres, matan a sus compañeros y navegan por una sociedad incapaz de brindarles buen ejemplo y transmitirles principios morales.

La sociedad española registra crímenes como los de Loeb y Leopold a manos de jóvenes ensoberbecidos y desorientados que buscan en el crimen su identidad. Este homicidio clásico plantea el daño de las teorías de Nietzsche mal digeridas, pero ahora ni siquiera eso sirve de excusa. La crisis de valores es total y el asesinato sigue siendo la síntesis. A veces acompañado por la brujería, el satanismo y otras perversiones. Pero siempre como búsqueda de una identidad perdida. Loeb y Nathan se entregan a la devoción de uno por el otro y procuran un hecho artístico en común: el asesinato. Planean un secuestro con petición de rescate. Dos niños ricos convierten en víctima al hijo de otro plutócrata. Nada les detiene. Incluso perpetran con él toda clase de perversiones. Finalmente exigen el rescate a la familia cuando la víctima ya está muerta.

Hubo un enorme debate social en los USA entre los que querían ahorcar a estos chicos y quienes pensaban que eran unos trastornados. Finalmente no les ahorcaron, pero les condenaron de por vida. Loeb fue a su vez asesinado en prisión. Leopold escribió su espantosa obra de recuerdos Prisión perpetua y 99 años más. Todo crimen es contemporáneo y el de Loeb y Leopold llega ahora en un momento muy oportuno para favorecer una profunda reflexión en torno a lo que estamos construyendo.

En una sociedad en la que abundan los descuartizadores y los descuartizados, donde la gente desaparece para no ser nunca hallada y se ha establecido como aceptable un tanto por ciento de crímenes que no se resuelven "porque es lo normal", según los malos políticos, el asesinato de Chicago nos ofrece de la mano de creadores del hecho teatral la oportunidad de elevar el nivel de exigencia. El teatro recupera su función de crítica social.

Tienen la oportunidad de profundizar en ello con la valiente obra Excítame, de Stephen Dolginoff. Con ello, el crimen de Leopold y Loeb vuelve a Madrid, tragedia convertida en un espectacular thriller musical que se exhibirá en la Sala 2 del Nuevo Teatro Alcalá a partir del 14 de mayo. Está representada por jóvenes talentos de la interpretación como Alejandro de los Santos (Leopold), que además es el productor, y David Tortosa (Loeb), con la dirección de escena de José Luis Sixto y la musical de Aday Rodríguez y Aitor Arozamena. Les recomiendo que no se la pierdan y tengan muy en cuenta que aquel terrible crimen que se repite en estos tiempos jamás habría tenido lugar sin la combinación explosiva de Loeb, preocupado por ponerse en el mapa con un crimen perfecto, y Leopold, el más inteligente y preparado, un auténtico superdotado, pero devoto de su amigo, al que quiere ayudar en la aventura de explicarse a sí mismo. Por separado, jamás habrían cometido el crimen. Dos tipos perversos para los que matar es una obra de arte. En una sociedad enriquecida materialmente y fracasada de espíritu.

El crimen, una vez más, explica una situación histórica y es la foto en la que la organización social y la moral de la gente salen muy mal paradas. Matar es la última frontera y por eso mismo lo importante es la indagación de por qué estos dos chicos que lo tenían todo eligieron el crimen para ponerse a prueba. Creían que serían capaces de vencer, pero, como no podía ser de otra manera, fueron derrotados. Aunque por ello todos hayamos perdido algo.

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