Los catalanes afrontamos hoy una Diada peculiar. La fiesta de Cataluña, que debería ser motivo de celebración para todos, ha sido secuestrada. Hace años que los independentistas se han querido apropiar de esta fecha, convirtiéndola en una jornada de exaltación rupturista. Se ha secuestrado y manipulado también su sentido histórico. Basta recordar las palabras con que las autoridades catalanas concluían su bando de movilización el 11 de septiembre de 1714, animando a todos los barceloneses a "derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España".
Pero para los líderes independentistas, la historia, la verdad y el sentido del pluralismo son secundarios frente a su obsesión política. Los independentistas actúan con la Diada como han hecho con toda la realidad social y política catalana. Se han apropiado de ella, igual que se han apropiado de los espacios públicos con sus banderas, han identificado su causa y sus partidos con todo el pueblo de Cataluña, y han pretendido dominar el mundo asociativo como si fuera su finca privada. Se creen que la Diada y Cataluña son ellos.
Investido por su sentido épico y mesiánico, Artur Mas ha hecho coincidir la fiesta de hoy con el inicio de la campaña electoral. Estamos ante el mayor desafío al conjunto de España desde la Transición. Ante esta situación, alguno podría caer en el desaliento. Mi postura es precisamente la contraria. El momento actual es una grandísima oportunidad. Tenemos la ocasión de echar a los políticos que han llevado Cataluña al límite. Tenemos la oportunidad de despedir a los líderes nacionalistas que llevan 40 años sembrando el desprecio contra España.
El 27 de septiembre puede ser un día verdaderamente histórico. Todas las encuestas demuestran que la mayoría de catalanes nos sentimos, en modos diversos, catalanes y españoles. Si el 27 acudimos a votar masivamente, podremos poner fin a un proceso que solo ha traído división, tensión y agotamiento y que ha servido a los líderes de Convergencia para ocultar sobre su pésima gestión y su corrupción. Mientras los catalanes nos veíamos obligados a afrontar la crisis, los políticos nacionalistas dedicaban su tiempo a debatir sobre estados imaginados. ¿O alguien conoce una sola ley aprobada en el Parlament en favor de la recuperación económica?
Miro al futuro con esperanza. Para mí lo más relevante de la fecha que hoy conmemoramos es cómo el pueblo de Barcelona fue capaz de reponerse tras la guerra. En pocos años, los catalanes lograron convertir Cataluña en una región próspera y rica. Artur Mas deja una sociedad rota, dividida y agotada. Pero los catalanes somos sensatos y fuertes. Le despediremos democráticamente e iniciaremos un periodo de reconstrucción social. Estoy preparado para liderar esta nueva etapa. Desde el Partido Popular tenemos la experiencia y la fuerza necesaria para parar plantar cara a los que quieren liquidar nuestra soberanía nacional y nuestro Estado de Derecho.
Otra Cataluña es posible. Nuestra comunidad tiene un enorme potencial. Queremos volver a ser una región innovadora, plural, abierta, cosmopolita. Queremos volver a ser un motor económico indiscutible. Queremos dejar atrás este periodo gris de división. Queremos trabajar con el conjunto de España para jugar en la primera división mundial de la economía, de la cultura y del deporte. ¿Os imagináis lo lejos que podríamos llegar si dedicáramos el esfuerzo perdido en el proceso a pensar en las necesidades de la gente y a potenciar nuestra economía? Pues ya queda menos. Nos vemos el 27.