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EDITORIAL

Cataluña, enésimo varapalo al PP de Rajoy

Esa falta de ambición, ese empeño en presentarse sólo como lo menos malo es lo que está hundiendo a Rajoy y, con él, al PP.

Si hay un partido que ha cosechado un sonoro e incontestable fracaso en las elecciones autonómicas catalanas es el PP. La lista única de Mas y Junqueras también ha fracasado, pero al menos ha sido la más votada. En cuanto a la coalición de Podemos e ICV, tampoco puede estar muy contenta, pero no ha perdido 125.000 votos y ocho diputados como los populares.

El resultado ha sido desastroso por sí mismo, pero además hay que ponerlo en una doble perspectiva: la de la cadena de reveses electorales que los populares vienen encadenando desde hace un año y medio y la de las ya muy próximas elecciones generales, que de alguna manera empezaron este domingo en el Principado.

El de las catalanas ha sido el enésimo fracaso del PP, y en todos el gran culpable es Rajoy; porque, por mucho que en cada caso haya circunstancias particulares, en todos el presidente del Gobierno ha cometido errores de grueso calibre: o ha elegido malos candidatos, o los ha elegido tarde; ha sancionado una política de comunicación nefasta y no parece capaz de transmitir cohesión a un partido fuera de control.

En Cataluña, García Albiol ha recogido los frutos de la nefasta estrategia gubernamental en lo relacionado con la cuestión catalana: su tibieza y su incapacidad a la hora de afrontar los desafíos de Mas han llevado al electorado natural de los populares a confiar en aquel partido que sí promete ser un freno eficaz a la secesión: Ciudadanos.

Como bien ha destacado este lunes Aznar, Rajoy está en una situación muy comprometida. Pero lo peor no es tanto eso como que ha llevado al PP a un estado de postración formidable; en casi todos los órdenes, empezando por el ideológico.

Si Rajoy ha sido un presidente del Gobierno muy mejorable, peor aún puede ser su legado como presidente del PP, un partido que hasta hace sólo unos años representaba un proyecto de gran alcance e interés pero que ha traicionado a sus votantes y que ya sólo parece capaz de recurrir al voto del miedo o al voto útil: ninguna de esas dos coartadas le salvarán.

Esa falta de ambición, ese empeño en presentarse sólo como lo menos malo es lo que está hundiendo a Rajoy y, con él, al PP, que en estos cuatro años ha desperdiciado una ocasión extraordinaria para acometer un programa de reformas que podría haber transformado España para bien y haberle prácticamente asegurado un largo periodo de hegemonía.

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