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Zoé Valdés

Valparaíso

Son sensibles estos porteños, son amables, son poetas y pintores de museos a cielo abierto.

He viajado hasta Valparaíso, no siguiendo las huellas de Pablo Neruda ni las de Mario Carreño, he venido para ver a mi hija, que hace cuatro meses se ha instalado aquí para estudiar Cine y Literatura.

Lo primero que advierto es la cantidad de perros y gatos deambulando por los cerros. Después percibo la dignidad de los porteños, lo máximo hecho con lo mínimo. Son sensibles estos porteños, son amables, son poetas y pintores de museos a cielo abierto.

Mi hija nos enseña la ciudad, a Ena y a mí. Es una ciudad pequeña y enrevesada. Tomamos el micro, que es un bus muy popular, y nos desplazamos en ese medio de transporte cuando no agarramos un colectivo, que es un taxi económico donde pueden montar varios viajeros con diferente destino.

En cada esquina se venden frutas o libros usados. La frutilla o fresa es la fruta de temporada. Devoro una tarta y me viene toda la infancia de golpe, como en un vahído.

Intento oír las noticias. La política es la misma basura en todas partes. Los políticos son los mismos mamertos que en cualquier sitio. No se habla más que de robo y corrupción.

En las esquinas los mendigos estiran las sucias manos y piden monedas de a cien pesos; abundan los músicos callejeros.

Visitamos Cerro Alegre y Cerro Concepción, buscamos el Museo de Bellas Artes. Nos perdemos en los Cerros, sube y baja empinadísimas lomas. Tomamos los ascensores, pero así y todo luego debemos de seguir remontando las lomas.

En nuestro hostal se hospedan unos jóvenes músicos, darán un concierto el viernes en el Teatro Municipal, pero uno de ellos se ha golpeado en un pie y no sabe cómo curarse, no tiene un seguro que lo cubra.

Los perros ladran en la noche, hay uno que llora sin cesar. Los gatos se fajan, maúllan hasta el amanecer.

Sigo pensando en los mierdas de políticos que tenemos, en la gente de algunos cerros que se ve tan pobres. Un anciano baja una de las lomas cargando un inodoro, va resoplando como un animal herido.

Esto es el Sur, música empolvada, libros semiabiertos, muchachas de pelo grueso y abundante. Esto es el Sur, cómo quisiera encontrarme de nuevo aquí, pero con veinte años, como mi hija, hoy.

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