El problema es que no se sabe si ha vuelto a la orilla andaluza de origen, si se ha ahogado en los remolinos del río o si, para evitar el destino tiberiano de la madre de Nerón, que ordenó liquidarla en una travesía, bucea en silencio hacia la orilla donde acampa Pedro Sánchez para quitarle la Roma de Ferraz. Sencillamente ha dejado de jugar sobre sus aguas y no dice ni pío, ni siquiera sobre la bolivariada de Podemos de ayer. Tampoco se sabe si otorgando o maquinando. Lo único que es evidente es que Pedro Sánchez le ha arrebatado la escena nacional, la misma que ella hasta hace unos días reventaba con desafíos y contundencias de candidata con posibles.
Por si fuera poco, el tiempo apremia. El 27 de este mes Sánchez impone su consulta a "las bases" sobre nadie sabe qué propuesta de Gobierno ni con quién o quiénes, y el 2 de marzo ya ha fechado el debate de investidura. Es que así sólo se puede montar una campaña del Día de Andalucía, el 28-F, clamando preventivamente por la unidad de España. Algo es algo, pero ¿y el billete de AVE con destino a la secretaría general? Ya lo ha cambiado dos veces para más adelante, pero ¿tendrá fecha de caducidad?
Y encima sobrevienen las encuestas. Si se pudieran repetir elecciones, podría salir a flote y nadar aunque fuese a contracorriente hacia la ribera de Madrid. Pero es que, de repetirse los comicios, el PSOE perdería aún más escaños (¿cómo saber sin con ella dejaría de mascarse la tragedia, si sigue perdiendo votos en Andalucía?) y Podemos podría rebasarlo por la izquierda, poniendo fin a todos los viajes. O no. Y se aviene a entrar en el Gobierno como sea y cuando sea para tocar dinero y puestos, impidiendo una presunta disgregación y aniquilando a los indignados ingenuos que aún quedan. Malas vísceras para los augures.
Por lo que sea, a Susana ya no se la ve en el Rubicón. Hay quienes creen que Pedro Sánchez ha revuelto sus aguas para que haya naufragio seguro si oviesse aventurera, y hay quienes desean que, bajo la corriente y respirando por una cañita andaluza, Susana espere a que sus amigos Ciudadanos, a los que ha uncido al régimen socialista meridional, la rescaten después de la tormenta perfecta que se ha cebado con España para fletar el arca de la alianza Rivera-Díaz. El caso, a esta hora, porque esto cambia cada minuto, es que la pesadilla sigue, que no hay alea jacta est y que ni siquiera puede hacer como el enemigo de Borges: despertarse. Maldita sea.
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