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Pedro de Tena

La perplejidad electoral de los indignados

Muchos indignados sentimos la urgencia de desfacer los entuertos que van a terminar con nuestra libertad y con nuestra dignidad.

Hay quienes todavía defienden que los indignados eran aquel pequeño grupo de acampaba, sobre todo, en la Puerta del Sol. No. Los ciudadanos indignados somos muchos más, pero en vez de montar numeritos como aquella minoría seguimos día a día trabajando, cuidando de nuestras familias, pagando impuestos y haciendo lo que la libertad, cada vez más estrecha y amenazada, nos permite.

Nuestra indignación es profunda y consistente. Nos hemos indignado por la marcha de una nación a la que parece que más de uno quiere destruir, otros encorsetar, bastantes humillar y no pocos ignorar. Desde la fiesta de una corrupción sistémica relacionada con el dinero público al espectáculo de una degeneración moral en la que un asesino se equipara con sus víctimas en un parlamento europeo. Desde la ocupación de las instituciones del Estado por los dirigentes de unos partidos y sindicatos que taponan toda reforma a la costumbre de aceptar como normal lo que, sencillamente, son aberraciones, hasta en el lenguaje, el primer objetivo de los aspirantes a encorsetarlo todo.

Muchos indignados sentimos la urgencia de desfacer los entuertos que van a terminar con nuestra libertad y con nuestra dignidad. Esto es, millones de indignados sabemos, queremos, ansiamos, exigimos una reforma de nuestras instituciones de gobierno, desde la educación a la justicia, desde la fiscalidad a las administraciones públicas, desde la ejemplaridad e inteligencia de los líderes a todos los niveles a la libertad de expresión (nadie se explica por qué cualquiera puede hacer una página web pero no todos pueden disponer de emisoras de radio y TV).

Pero ¿qué podemos hacer los indignados el próximo 26 de junio? ¿Cómo votar a los de Génova 13, la rue del percebe, incapaz de comprender que nos debe una explicación sobre los chanchullos e incumplimientos de los que hemos sido testigos? ¿Cómo votar a un PSOE cuyo merecido hundimiento por mor de la ambición ciega de un mediocre sólo parece que puede ser evitado por la invasión nacional del PSOE andaluz, el más corrupto de España? ¿Cómo votar a Podemos, el directorio de iluminados que usurpó la indignación de quienes les sirvieron de carne de cañón con dinero bolivariano e iraní? ¿Cómo votar a Ciudadanos, un magma oscuro lleno de barajas que dijo querer reformas para España mientras apuntalaba al régimen del Sur y juega a ser torpedo de conveniencia de nadie sabe qué submarino político?

Si votamos al PP, apuntalamos lo que no debe seguir ni un minuto más. Si votamos al PSOE, elevamos a los altares a un ridículo caligulín. Si votamos a Podemos, metemos al enemigo de la nación en casa. Si votamos a Ciudadanos, ni siquiera sabremos por lo que estamos votando en realidad. Maimónides, una guía para perplejos o votaremos, vive Dios, a Gundisalvo, si no fuera burlesco por desesperado.

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