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Zoé Valdés

Primavera francesa

La verdad es que nadie esperaba una ley tan liberal viniendo de la izquierda.

Inicio de la primavera y de un dedazo y un batacazo el presidente, François Hollande, y su primer ministro, Manuel Valls, han aprobado y puesto en vigor la Ley El Khomri, llamada así por el apellido de la ministra del trabajo Myriam El Khomri. De nada ha valido la tremenda impopularidad de dicha ley entre la izquierda francesa, los sindicatos y la población. Una ley que ha lanzado a las calles a jóvenes y viejos muy irritados durante más de un mes y ha provocado violentas manifestaciones. El gobierno de Hollande, en su más crítico momento, con un apoyo sólo del 16 por ciento, ha forzado la ley por sus timbales, como se dice vulgarmente.

La Ley El Khomri es una reforma laboral propuesta y ahora impuesta por un gobierno que se hace llamar progresista. La ley va en la línea de los reclamos de Bruselas, en España se puso en práctica entre 2010 y 2012. Tanto la patronal como los partidos de derecha se pronuncian a su favor debido al alto nivel de flexibilidad que propiciaría a las empresas –según sus propulsores–; supuestamente también beneficiaría a los jóvenes, aunque estos han sido los primeros en ponerse en su contra, y además garantizaría un mayor beneficio a los trabajadores.

La verdad es que nadie esperaba una ley tan liberal viniendo de la izquierda, y son muchos los que argumentan que ni siquiera en tiempos de Nicolas Sarkozy se produjo una acción tan perjudicial para los trabajadores, la que por otra parte facilitaría el despido y aumentaría todavía más el descontento.

El caso es que ni la presión en las calles ni las fuertes críticas en torno a la ley han conseguido suavizar lo que algunos consideran extrema rigidez de un gobierno de izquierdas cada vez más capitaneado hacia la derecha.

Otro suceso de la primavera parisiense ha sido el caso del diputado Denis Beaupin, político que representa a la izquierda ecológica, acusado por numerosas mujeres de acoso y agresiones sexuales. Beaupin está casado con la también ecologista de ultraizquierda Emmanuelle Cosse, ministra de la Vivienda y del Habitat durable. Cosse además ha sido y es militante LGBT y feminista. La justicia dirá la última palabra, como ha dicho su esposa a los medios de comunicación, notablemente en una entrevista radial, pero el hecho merece comentario.

Todo empezó por una foto en la que aparece Beaupin junto a otros diputados luciendo los labios pintados de rojo, lo que formaba parte de una especie de performance en apoyo solidario a las mujeres y en contra de los abusos cometidos en su contra. Una de las diputadas que habían sido agredidas sexualmente por Beaupin al ver la imagen sintió el más profundo de los ascos y denunció al que aparecía en la foto como segundo desde la izquierda, o sea al hasta entonces prestigioso militante, vicepresidente de la Asamblea Nacional.

Ocho mujeres en total se atrevieron inicialmente con la denuncia a través de Mediapart y France Inter, otras al parecer las siguieron y cada vez aparecen más dispuestas a declarar. La cosa se presenta mal, pese a su dimisión y a su contraataque en los tribunales, para un autoritario Beaupin que cuando la cogía con una víctima podía enviarle cien SMS al día exigiéndole textualmente que le dejara "manosearle el culo", o que tenía ganas de "cogerle el culo en polainas". Ante la negativa de la víctima las amenazas y las represalias se sucedían por parte del acosador.

¿Mi opinión? Deberá pagar mediante la justicia, y debiera también dimitir como diputado. ¿Es el único? No, de ninguna manera, si ya hubo un affaire Dominique Strauss-Kahn, y ahora hay un affaire Denis Baupin, seguramente otros se esconden muy a gusto en las tinieblas de su pervertido y criminal antojo.

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