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Antonio Robles

El español no sería oficial en una Cataluña independiente

Se quitan la careta para eliminar la lengua española de la futura República catalana.

La presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, acaba de recibir a los miembros de la sociedad civil que han elaborado un simulacro de Constitución catalana en su camino hacia la creación de un Estado propio. El recurso de ampararse en "miembros de la sociedad civil" sólo es un truco para evitar previsibles impugnaciones ante el Tribunal Constitucional (TC). Nunca un golpe de Estado institucional, retransmitido paso a paso en directo, tuvo a tanto gobernante haciéndose el loco.

Hasta de la dejación se saca provecho: nos permite visualizar el alma racista que anima la propuesta. Cuanta más impunidad disfruta el descaro, más evidente es su racismo cultural.

Ese engendro hace de la lengua la espina dorsal de la hipotética República catalana. Exactamente como el franquismo: la lengua catalana será la única lengua oficial de Cataluña (art. 3.1), como el español fue la única lengua oficial del Estado franquista. Podrán patalear por el paralelismo, pero la evidencia es incontestable e intolerable.

Con este redactado constitucional se culminan 36 años de exclusión simulada de los derechos lingüísticos, culturales y nacionales de los ciudadanos castellanohablantes en Cataluña. Primero fue el sofisma de la normalización; inmediatamente después, la inmersión lingüística en las escuelas; más tarde, el catalán como único idioma institucional de facto en ayuntamientos, universidades y medios de comunicación públicos, y ahora, a pesar de la cooficialidad constitucional de ambas lenguas, se quitan la careta para eliminar la lengua española de la futura República catalana.

Llovía sobre mojado, en los últimos meses, dos iniciativas diferentes, pero con idénticos objetivos que este simulacro golpista, aparecían en forma de manifiestos. El primero, "España plurilingüe, manifiesto por el reconocimiento y el desarrollo de la pluralidad lingüística de España" (25/2/2016), que pretende otorgar a todas las lenguas regionales el rango de oficiales en todo el territorio nacional en igualdad de condiciones a la lengua común como primer paso para eliminar la presencia que tiene ésta en las mal llamadas nacionalidades históricas; y el Manifiesto Koiné, un mes después (31/3/2016), que pedía abiertamente la oficialidad única del catalán en Cataluña. El primero socava, el segundo excluye; el primero forma parte del racismo cultural encubierto y el segundo del supremacismo cultural manifiesto del nacionalcatalanismo.

Este atentado contra el espíritu de las constituciones democráticas delata a la lengua como el ADN de la identidad nacionalista. Es el gozne donde depositan su legitimidad nacional, pues no solo convierten a la lengua catalana en lengua única, sino que es la lengua la que otorga nacionalidad a cualquier persona que la domine o a cualquier territorio donde tenga una mínima presencia. De ahí que otorguen la nacionalidad (Art. 13.4) a los ciudadanos de Baleares y País Valenciano, a los aragoneses de la Franja, a los andorranos, a los murcianos, a los ciudadanos franceses de la Cerdaña y del Rosellón (su Catalunya Nord), y a los italianos de Alger. El instinto imperialista de "els països catalans".

Lo más cómico es el párrafo dedicado a los derechos castellanohablantes (art.3.3): "Se reconoce a la lengua Castellana un estatus jurídico especial, como patrimonio cultural y de cohesión que es preciso respetar, garantizar y proteger". Vamos, como al lince ibérico o a las ruinas de Ampurias.

Quizás esta hipocresía moral sea lo más insoportable, los buenos amos blancos habilitan una puerta para el servicio que les facilite cobijo en días de lluvia.

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