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Zoé Valdés

Margallo adrede

Margallo me produce la peor de las repugnancias cuando se refiere al supuesto vínculo que según él mantiene con la sociedad civil cubana.

EFE

El ministro de relaciones exteriores español, José Manuel García-Margallo, ha viajado a Cuba. Antes de recibirlo oficialmente, Castro II lo mantuvo entretenido obligándolo a darle vueltas a La Habana, o sea, lo hizo esperar todo lo que le dio su real gana. Esa espera fue justificada por Margallo de la siguiente manera:

Recuerdo pocas visitas o pocas entrevistas a este nivel en que haya habido una cordialidad como la que ha habido ahora. Subrayando que es obvio que somos ministros, y que nos reciba un jefe de Estado no es lo que el protocolo exige. Es más bien muestra de un gesto especial hacia España por parte de las autoridades cubanas.

Margallo, según me informan mis amigos españoles, es un relevante ministro que conoce muy bien su trabajo, lamento decir que con Cuba al parecer vuelve a equivocarse, y poseyendo el nivel que él sustenta pues sospecho que la supuesta equivocación no es más que un acto hecho adrede, por no llamarlo capricho deliberado.

Raúl Castro no es un "jefe de Estado", es un dictador nombrado a dedo por su hermano, Castro I, en lo que constituyó una sucesión dinástica de tirano a tirano a lo castrocomunista. ¿Cómo se puede hablar de cordialidad con uno de los asesinos de cientos de miles de inocentes? Recordemos las numerosas ejecuciones ordenadas por el mismo Raúl Castro y el Che Guevara al inicio de la Revolución, el asesinato de Pedro Luis Boitel, el derribo de las avionetas donde iban los cuatro jóvenes de Hermanos al Rescate, los tres jóvenes negros que fueron fusilados en menos de 48 horas en el año 2003, la muerte de Orlando Zapata Tamayo, otro joven negro, en una cárcel tras una huelga de hambre en la que se le prohibió ingerir agua, la extraña enfermedad que acabó en el fallecimiento de Laura Pollán, la líder de las Damas de Blanco, y el crimen camuflado como un accidente automovilístico que arrebató las vidas del joven Harold Cepero y de Oswaldo Payá, el líder del MCL, por sólo mencionar algunos de los crímenes del castrismo.

Pese a la continua persecución a los opositores reales, pese a las detenciones diarias, a las prohibiciones, a la lista de 93 presos políticos, pese a la falta de libertades, Margallo confiesa que España y Cuba viven un "momento dulce". Ese momento "dulce" que imagino se parezca tanto a aquel del que los cubanos se liberaron en una cruenta guerra de independencia. Ese momento “dulce” del que los empresarios y hoteleros españoles han sido los primeros en aprovecharse sosteniendo una vergonzosa relación con el pueblo cubano de esclavistas a esclavos. Algún día estos españoles, incluido Margallo, deberán pagar por esos “momentos dulces” que sólo han beneficiado al poder y a los oportunistas.

He visto además otra entrevista del señor Margallo en RTVE, en la que el ministro tan campante se refiere a los lazos sanguíneos que unen a los Castro con España. Sin pestañear pone el ejemplo de que el padre de los hermanos Castro, Ángel Castro, fue un luchador durante la guerra en Cuba y que volvió luego a España. Este señor ha sido mal informado, y ni siquiera se ha tomado el esfuerzo de averiguar si lo estaban engañando o no. Juanita Castro, una de las hijas de Ángel Castro, ha desmentido que su padre hubiese sido reclutado como soldado para la guerra en contra de los cubanos y por el contrario ha afirmado en múltiples ocasiones que su padre sólo fue un simple emigrante económico.

Ángel Castro regresó a España por un breve período, para volver a Cuba en 1905, trabajó entonces para la United Fruit Company, allí mantuvo bajo sus órdenes hasta trescientos hombres. El viejo y astuto Castro prosperó a toda velocidad y pudo comprar más de once mil hectáreas de tierra, convirtiéndose en uno de los más temidos latifundistas del oriente del país y de toda Cuba. En varios libros, incluidos los escritos por sus propia hija y por su nieta (la hija de Fidel Castro), se menciona el carácter tremebundo de aquel hombre que no vacilaba en tirotear a los campesinos para robarles sus propiedades e instalarse en ellas moviendo las cercas de lugar sin mucho escrúpulo, ganando así terrenos a su favor. O sea que el señor Margallo convierte en un héroe a quien sólo fue uno de los tantos pobretones españoles que fueron a Cuba a hacer fortuna, eventualmente enriquecerse y humillar y a robar al pueblo cubano. Ese fue el legado que dejó Ángel Castro a sus hijos, y ellos han sabido usarlo muy bien, porque aquella finca de Birán los Castro la extendieron a todo lo largo y ancho de la isla, convirtiéndola en su finca personal. La isla que ahora venden o alquilan a su antojo al mejor postor.

Asco me produce oír al ministro Margallo, y la peor de las repugnancias provoca cuando se refiere al supuesto vínculo que según él mantiene con la sociedad civil cubana. Recuerden cuál fue su posición cuando la familia de Oswaldo Payá le suplicó apoyo para la investigación que requería y requiere una muerte más que evidente a manos del castrismo.

Las visitas de Hollande y Obama a Cuba no son precisamente un modelo a seguir para los que se llenan la boca de libertad y democracia. Por otro lado, los lazos sanguíneos de Cuba con España no pueden reducirse a los de los Castro con España. Los Castro no son Cuba. Cuba es muchísimo más, y los cubanos que también somos españoles y que votamos en España no olvidaremos a la hora de votar ninguno de esos gestos cómplices a favor de la tiranía y en contra de los cubanos.

Que Margallo agregue que las cosas en Cuba están cambiando forma parte del acto de maldad que ha sido y es el altísimo nivel de colaboración y complicidad con el régimen de La Habana, que quién lo duda es el que controla y mueve los hilos de la dictadura en Venezuela y en toda la América Latina populista. Eso tampoco lo debe de ignorar un ministro de relaciones exteriores de la altura, ay, no perdón, de la calaña de Margallo.

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