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¿Ruido de sables en Venezuela?

La inmensa mayoría de los venezolanos, demócratas que quieren vivir en paz y libertad en una sociedad próspera, está a merced de fuerzas que no controla.

Venezuela registró este domingo otro oscuro y confuso movimiento de cuarteles luego de que un grupo de militares encabezado por un capitán llamado Juan Caguaripano anunciara que se declaraba en "rebeldía" contra el tirano Nicolás Maduro pero a la vez afirmara que no estaba perpetrando un golpe de Estado.

Habrá que ver cuál es la evolución de los acontecimientos, pero nada es descartable en esta Venezuela completamente desarticulada tras casi dos décadas de chavismo, la peor lacra que haya padecido jamás el país caribeño. Incluso o sobre todo no es descartable que se trate de la enésima maniobra de la narcotiranía para endurecer aún más la represión y subir su apuesta por la aniquilación de toda disidencia. El chavismo nació golpista y liberticida y por descontado que no va a cambiar, pues esa es su mera esencia: tampoco en esto el socialismo del siglo XXI difiere del que anegó el s. XX en sangre.

Nicolás Maduro es un gobernante ilegítimo, un despreciable criminal al que no tiene que soportar un segundo más el pueblo venezolano, humillado, ofendido, miserabilizado y martirizado por un régimen execrable. Un régimen que tiene uno de sus puntales en unas Fuerzas Armadas indignas de la menor confianza, corrompidas hasta los tuétanos y con vinculaciones funestas con el narcotráfico y con Estados canallas como el iraní y el cubano.

La peor tragedia de Venezuela es, precisamente, que está subyugada por una mafia asesina y que no se vislumbra una alternativa que sea capaz de poner fin a la narcotiranía e instaurar en el país un auténtico régimen de libertades. La inmensa mayoría de los venezolanos, demócratas que quieren vivir en paz y libertad en una sociedad próspera, está a merced de fuerzas que no controla y sobre las que no puede imponerse.

Por eso toda ayuda que les llegue desde el exterior será poca. Por eso la sociedad internacional debe volcarse no en el diálogo de los lobos asesinos con los corderos asesinados sino en el cambio de régimen. La Venezuela chavista es una calamidad y una formidable fuerza desestabilizadora, y como tal ha de ser tratada.

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