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EDITORIAL

El doble rasero mediático, político y judicial ante los crímenes de la extrema izquierda

El infame silenciamiento mediático de este crimen es fiel reflejo del que le ha dispensado la práctica totalidad de la clase política.

No hace falta más que echar un vistazo a la prensa de este martes para comprobar el escaso eco mediático que ha tenido la muerte de Victor Laínez, el ciudadano catalán afincado en Zaragoza que, por el hecho de lucir unos tirantes con los colores de la bandera de España, fue brutalmente apaleado el pasado domingo en la capital aragonesa por el ultraizquierdista Rodrigo Lanza. Si la víctima hubiera lucido una estelada o un símbolo de la extrema izquierda, o su criminal agresor hubiera sido un militante de extrema derecha, la noticia hubiera copado las portadas de todos los medios de comunicación que pasan casi de puntillas ante este no menos execrable asesinato perpetrado por este conocido militante anticapitalista.

Lo peor es que el infecto tratamiento informativo y editorial de este crimen político es fiel reflejo del silenciamiento que le ha dispensado la práctica totalidad de la clase política: a diferencia de la encomiable querella criminal que ha interpuesto Vox contra Lanza y los demás autores del asesinato pendientes de identificación, ninguna formación con representación parlamentaria –a excepción de Ciudadanos– ha tenido la iniciativa de condenar el asesinato y, sólo a rebufo de las condenas de Girauta y Rivera, o a preguntas de los propios periodistas, algunos altos cargos, como el ministro de Justicia o el del Interior, han pasado a condenarlo. Tal es el caso también del dirigente de Podemos Pablo Iglesias, que ha dedicado sus intervenciones de este martes a denunciar el "fascismo" de un video que circula por las redes sociales en el que aparecen dos civiles subidos a un carro de combate y desde el que bromean con atacar a Puigdemont y al propio Iglesias. Sólo a media tarde, y a preguntas de los periodistas, Iglesias tuvo que hacer referencia al asesinato de Laínez, únicamente para decir que condena "cualquier clase de violencia", sin explicar por qué entonces su partido y él mismo arroparon en su día al asesino de Laínez cuando fue condenado a prisión por dejar tetrapléjico a un policía municipal.

No menos bochornoso ha resultado el silencio que Rajoy –al igual que Pedro Sánchez y todos los líderes de las formaciones nacionalistas– ha dispensado al asesinato de un hombre cuyo crimen consistió en lucir en unos tirantes los colores de la enseña nacional. Por lo visto, el presidente del Gobierno ha considerado preferible denunciar el boicot comercial que están sufriendo algunos productos catalanes a causa del proceso secesionista. Bien está que Rajoy pida "que no se castigue a nadie por ser catalán", pero resulta una auténtica vergüenza que no haya dicho una sola palabra contra el asesinato de este catalán, asesinado por el mero hecho de ser y hacer gala de su condición de español.

Finalmente, sólo cabe exigir que la Justicia erradique esta infame doble vara de medir de nuestra clase política y mediática. Y hay que advertirlo porque ya resultó lamentable la lenidad con la que los tribunales condenaron en su día a Lanza por su ataque al policía municipal: cinco años de prisión que luego, para colmo, se redujeron a sólo dos de cumplimiento efectivo. Si grave es el sectarismo en el ámbito mediático y político, peor aun sería contemplarlo en el ámbito judicial.

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