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Cristina Losada

Tabarnia no es Padania

¿Cómo no van a querer salvarse de los desastres que genera y generarán los separatistas los catalanes que no lo son?

Bandera de Tabarnia. | Tabarnia Shop

Nada más salir a escena, Tabarnia se ha ganado un montón de enemigos. Los primeros, los separatistas, que oscilan entre tomarla como charlotada o como peligro (¡balcanizante!), y entre no hablar de ella para silenciarla o hablar de ella para atacarla. Los segundos enemigos que ha encontrado Tabarnia son los comentaristas serios. Los comentaristas serios piensan que Tabarnia no es seria y, claro, ellos son los que deciden qué es serio y qué no lo es. Así, para esos comentaristas, la demanda del separatismo catalán es muy seria, proponen muy seriamente tenerla en cuenta y creen obligatorio darle algún tipo de satisfacción. Sin embargo, con el proyecto de Tabarnia son inflexibles, oscilan entre calificarlo de bobada o de peligro (balcanizante), y exhortan muy seriamente a dejar de hacer una bola de nieve con una memez. Qué coincidencias, en fin. El caso es que a mí, no seré la única, cuanto más me exhortan a dejar de hablar de algo, más me incitan a hacerlo. Por lo que vuelvo a hablar de Tabarnia. Y volveré.

Vuelvo a hablar de Tabarnia por la confusión. Hay quien confunde Tabarnia con un movimiento separatista, cuando es lo contrario. Que sus promotores utilicen armas dialécticas similares a las de los separatistas, aunque vueltas del revés, da pie superficial a retratarlo como "el independentismo dentro del independentismo". Pero no. Representa la revuelta contra el separatismo que se hizo visible en las manifestaciones de octubre en Barcelona y otras ciudades, y se propone constituir una comunidad autónoma más. El único separatismo es el de los que pretenden separar a Cataluña de España. Los que no quieren esa ruptura traumática, los que no están por dar golpes de Estado, los que desean evitar los daños que causa el separatismo, no son separatistas. Si mañana se constituyera una comunidad autónoma con las provincias de Barcelona y Tarragona, esa autonomía no estaría separada de nada, del mismo modo que no está separada de nada la Comunidad de Madrid.

Tabarnia no es la Padania. La Padania fue un invento de la Liga Norte de Umberto Bossi, pero un invento para el que preconizaba la independencia respecto de Italia. Era, sí, un movimiento separatista, sostenido por un andamiaje argumental como el de Espanya ens roba de sus amigos nacionalistas catalanes. No querían pagar. No querían contribuir a la solidaridad interregional y llamaban parásitos a los italianos del Sur. Tabarnia no va de eso. Como no se propone separarse de España, no rompe en absoluto la solidaridad interterritorial. Hay quienes sitúan el proyecto en una tendencia global de las zonas urbanas prósperas a dar la espalda a las áreas rurales más pobres. Pero la comunidad de Tabarnia no dejaría de contribuir al desarrollo de las zonas menos ricas. Salvo que las otras dos provincias catalanas se separaran de España, también ellas tendrían ayuda.

Los únicos que quieren dar la espalda a las zonas menos ricas son los separatistas. Son ellos los que quieren romper la solidaridad interregional española. Tabarnia, insisto, no es un proyecto insolidario; ni siquiera con las áreas rurales de la actual Cataluña. Sólo es insolidario con las preferencias políticas de esas áreas. Esas preferencias, que han dominado durante décadas por una distribución de escaños que las favorece, han dado gobiernos autonómicos que dedicaron ingentes recursos a la construcción nacional, institucionalizaron la corrupción, pisotearon la libertad y, en el último acto del delirio, van y provocan una destrucción inédita del tejido económico. ¿Cómo no van a querer salvarse de tales desastres los catalanes que no son separatistas? ¿O tienen que solidarizarse por narices con los obcecados que conducen a la región al precipicio? Sólo quien crea que Cataluña es una especie de unidad de destino en lo universal, en lo nacional o en lo que sea puede decir seriamente a esos ciudadanos que no les queda otra que dejarse llevar al abismo.

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