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Zoé Valdés

¿De quién es el pueblo?

A mi todo lo que huele a rebaño y que suda como rebaño me espanta y me induce a la huida.

En cuanto oigo a un líder de estos de ahora pronunciar la frase "porque mi pueblo" esto o lo otro, me aterro y me invaden las dudas y los malos presentimientos. Asombra además comprobar que los que lo oyen, los que lo siguen y aplauden, se quedan tan conformes y hasta felices de formar parte de ese pueblo que este individuo cree que es suyo.

Pruebas sobran de una gran cantidad de tiranos que también decidieron que el pueblo era de ellos, que les pertenecía como propiedad eterna. Que podían juguetear impunemente con la masa -ah, esa masa- y moverla y someterla a su antojo. Hitler lo creyó. Lo creyeron Stalin, Pol Pot, Mussolini, los sucesivos Castro, Stroessner, los sucesivos coreanos ‘Kimes’, los Kirchner, Lula da Silva, ese corrupto (Zapata vive, que lo sepa usted), Nicolás Maduro, y otros muchos… No menciono a Pinochet ni a Somoza porque verdaderamente estoy cuestionando a estas alturas si Pinochet y Somoza fueron tiranos que sometieron a sus pueblos. Sí, ya sé, pidan paredón para mi y para los que piensan como yo. Pero ahí está la historia, imbatible. Estúdienla primero y luego vengan a ejecutar sentencia en mi contra y en contra de los que desentonamos sabiendo, con conocimiento de causa, que defender a su país del comunismo no es más que un acto heroico y patriótico donde los haya.

No ha sido peor Somoza que Ortega en Nicaragua, y ahí tienen al segundo, ejerciendo de pedófilo dueño y señor del pueblo nicaragüense, y todos tan tranquilos, tirados en plancha frente a él y a su espantosa mujer que prefirió ser la bruja de un tirano antes que la madre de su hija, violada y humillada por ese mismo tirano. Cuánto asco y pavor.

Pues sí, eso de "mi pueblo" en manos de un líder es algo que me chirría y me eriza, me pone los vellos de punta, y si ese líder es además socialista, pues "más peor entoavía", como diría el populacho ese que a ellos tanto les priva manipular.

El pueblo no pertenece a nadie, pero además, ¿qué es al fin y al cabo el pueblo? ¿Y qué significa por demás pertenecer al pueblo y que lo inscriban a uno como carnero de un rebaño pastoreado por un tonto que se cree dueño, dueño y siempre dueño?

Ningún pueblo tiene dueño, ni siquiera Dios lo ha conseguido, que su pueblo sea su pueblo, y esa es la prueba máxima de la magnificencia de Dios y de su existencia espiritual.

Hace tiempo que decidí salirme del rebaño, de cualquiera de los rebaños existentes, sean del tipo que sean. A mi todo lo que huele a rebaño y que suda como rebaño me espanta y me induce a la huida.

Por lo tanto, cuando oigo a alguien, como ya dije, que pretende gobernar a un país como quien lleva las riendas de un potro salvaje y que además confunde al pueblo, cual rebaño, y lo llama "mi pueblo" como si fuese el propietario exclusivo de cada una de las mentes, cuerpos, pensamientos y acciones, sólo me provoca un inmenso desprecio.

Imagínense si esto lo hace alguien que apenas comienza a estrenarse como líder, imagínense lo que seguirá: el horror después del horror. Y al que le sirva el sayo que lo cuelgue.

En España

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