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EDITORIAL

Corbyn ha hecho bueno a Johnson

Lo mejor del resultado de las elecciones en el Reino Unido ha sido la derrota rotunda y sin paliativos de Jeremy Corbyn, el radical líder laborista.

No hay ninguna duda de que lo mejor del resultado de las elecciones en el Reino Unido de este jueves ha sido la derrota rotunda y sin paliativos de Jeremy Corbyn, el lamentable y muy peligroso líder del Partido Laborista, hasta hoy.

Corbyn ha sido un representante perfecto del la nueva radicalización de la izquierda en occidente, y ha tenido y personificado todos los defectos de esta corriente que, por desgracia, en nuestro país esta cerca de llegar al Gobierno de la mano de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Así, bajo la dirección de este lamentable político el Partido Laborista se había convertido en una fuerza extremista, con unas propuestas económicas disparatadas, rendida a todos los nuevos radicalismos minoritarios -de género, LGTBI, raciales…- proislamista y peligrosamente antisemita.

Afortunadamente, ese programa y ese nuevo laborismo alejadísimo del centro político han recibido un rotundo rechazo del electorado, que ante la amenaza que Corbyn suponía le ha otorgado una amplísima mayoría a un Partido Conservador, a pesar de que en los últimos años ha seguido una línea política absolutamente errática y que tenía como candidato a un personaje tan peculiar como Boris Johnson.

El confirmado primer ministro británico no es, por cierto, la caricatura que la izquierda quiere hacer de él -como de todos sus rivales, por otra parte-, una imagen un tanto grotesca a la que él mismo contribuye en no poca medida. Sin embargo, aunque ha demostrado que es, como mínimo, un político con olfato, sí despierta dudas sobre si es el tipo de líder que Gran Bretaña y Europa necesitan en este momento.

De lo que no cabe ninguna es que se trata de un ejemplo más de la banalización y la teatralización que está imponiéndose en la política mundial en los últimos años y que, incluso cuando se opone con éxito a lo peor de la izquierda, genera un lógico rechazo en los que desearíamos que el discurso público y el liderazgo político fuesen algo más elevado y menos pensado para el plató televisivo.

Además de esa derrota de la izquierda radical, el resultado de estas elecciones nos deja dos puntos de interés importantes: el primero es que con esta mayoría tory parece que por fin se podrá cerrar el capítulo del Brexit, un error histórico pero que no podía mantener más al Reino Unido y a las propias instituciones europeas en una situación de impasse y parálisis que era, sin duda, más dañina que el propio Brexit.

El segundo es la peligrosa situación que vuelve a plantearse en Escocia, donde el nacionalismo ha vuelto a arrasar -si bien lo ha hecho sobre todo por la peculiaridad del sistema electoral inglés- y ya está planteando la exigencia de un nuevo referéndum de independencia. Sólo cabe esperar -y desear- que Johnson tenga la capacidad y la talla suficientes para evitar los errores de su predecesor David Cameron, cuya temeridad política llevan años pagando el Reino Unido y toda Europa y que será recordado como un auténtico desastre.

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