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Antonio Robles

¿Acabar o convivir con el virus?

Con los datos del terror vivido, y la debacle económica en ciernes, el Gobierno no puede volver a errar.

Con los datos del terror vivido, y la debacle económica en ciernes, el Gobierno no puede volver a errar. Para ello ha de atreverse a formular la gran cuestión: ¿acabar con el virus o convivir con él? En la respuesta que dé al dilema nos va el futuro.

Despejemos la incógnita. Para acabar con una pandemia se ha de contar con un antídoto o con una vacuna. En el caso que nos ocupa, ni tenemos el uno ni la otra. Por tanto, y a la luz de la persistencia del virus y su altísima capacidad de contagio, cualquier solución de control destinada a erradicar el virus fracasará. Y si el empeño del Gobierno persiste con medidas de confinamiento erróneas y de trabas a la apertura de establecimientos comerciales y empresas, se llevará por delante la actividad económica y sólo mitigará el problema epidemiológico. Por tanto, habremos de convivir con el virus. De la manera más precavida, pero habrá que convivir con él mientras llega un antídoto o la vacuna.

Si a la vicepresidente del Gobierno, Carmen Calvo, le iba la vida en la manifestación del 8-M, a los españoles nos va el futuro. Es inútil insistir en lo obvio, con un país endeudado en un 120% del PIB, un 14,3% de la economía pendiendo del turismo y un Gobierno empeñado en ahuyentar el capital en lugar de mimar la inversión, la pandemia ya es económica, no vírica.

Dicho de otra manera, el actual laberinto de enredos políticos provocados por la prolongación del estado de alarma consume las energías del Gobierno y de la oposición en berreas electorales, y en detrimento de las medidas necesarias para mitigar el cataclismo económico que se avecina.

Ante la decisión del Gobierno tomada ayer, con una nueva prórroga del estado de alarma, el sentido común nos obliga a reparar en las estadísticas: el virus sólo es realmente letal en las personas de más edad: el 86,3 % de los fallecidos son mayores de 70 años. El índice de fallecidos menores de 50 años es, sin embargo, el 0,3%. Y los niños prácticamente están fuera de las estadísticas, aunque padezcan la infección y la transmitan. Ante ello, la opción vital de nuestro sociedad del bienestar es optar por convivir con el virus.

Amparados en la anterior estadística, y guiados por mapas inspirados en test masivos, habría que impulsar de inmediato la vuelta al trabajo de todos los menores de 50 años, y complementarlo con teletrabajo para el resto; aislar con todo tipo de medidas profilácticas a nuestros mayores y abrir de nuevo escuelas e institutos. Los niños son los menos expuestos a los rigores del virus, aunque a la vez son los transmisores potencialmente menos advertidos. Por ello mismo, son más peligrosos con sus abuelos en casa que en el colegio.

Y ya que el Gobierno socialista convirtió la escuela en una guardería con la entrada en vigor de la Logse, ahora debería ser consecuente. Hay millones de parejas que trabajan fuera de casa con serias dificultades para hacerse cargo de sus hijos durante el horario escolar. Si una sociedad prescinde, a la menor dificultad, de la cultura, es que no cree en la escuela ni en su rentabilidad. Y en este caso ni siquiera en su función de guardería.

PS. Ayer en el Congreso hubo un claro ganador, Pedro Sánchez. No por la prórroga, que también, sino porque puso las bases para revivir a Cs con la esperanza de que reste votos al PP en elecciones venideras y hacer imposible así una victoria sobre el PSOE. Tan explícita fue la jugada que un día antes el CIS de Tezanos transmitía el mismo mensaje inflando el voto de Cs. Arrimadas ya es vieja política, le conste o no al bueno de Edmundo Bal.

Por lo demás, sin novedad en el frente: ni ERC, ni el resto de nacionalistas romperán el pacto de legislatura. Hasta EH-Bildu se apunta al aquelarre. Saben con certeza que no tendrán jamás un presidente y una oportunidad como ésta para socavar los cimientos de España. Y mientras tanto, Cs creyendo que los está neutralizando. ¡Lo que hace la desesperación!

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