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Cayetano González

El lúcido joven del socialismo vasco

Si en un futuro toca pactar con Bildu el Gobierno vasco, ahí estarán también Mendía y el PSE, salvo que surjan más Trimiños que lo impidan.

Víctor Trimiño, en una imagen de archivo. | Archivo

Se llama Víctor Trimiño. Nació hace veintiocho años en Burgos, aunque vive en Bilbao desde hace tiempo; es licenciado en Ciencias Físicas y actualmente compatibiliza su trabajo profesional con ser el secretario general de las juventudes del Partido Socialista de Euskadi. Víctor era un perfecto desconocido para la opinión pública hasta el pasado mes de setiembre, cuando en un acto de su partido y delante de la secretaria general del mismo, Idoia Mendía –la que brindó con Arnaldo Otegui en una cena prenavideña hace dos años–, se atrevió a decir lo siguiente:

Debemos estar enfrente de cualquier intento por normalizar o por blanquear a una fuerza política que sigue siendo incapaz de condenar más de 850 asesinatos y que sigue ensalzando a los terroristas que los cometieron. Ninguna necesidad aritmética justifica tratar como un partido más a quien desde un punto de vista ético no lo son.

Este torpedo de Trimiño no iba contra Mendía sino contra el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, porque días antes de pronunciar estas palabras su partido se había sentado a negociar con Bildu en el Congreso de los Diputados el apoyo de los herederos políticos de ETA a los Presupuestos Generales del Estado, después de haber apoyado estos la última prórroga del estado de alarma a cambio de que se atendieran sus peticiones en la reforma laboral que tenía previsto acometer el Gobierno de Sánchez-Iglesias.

Trimiño ha vuelto a primera línea de la actualidad en los últimos días a cuenta de un artículo titulado “Rebeldes con causa”, publicado en su blog y que posteriormente ha tenido repercusión en diferentes medios de comunicación. Un artículo que es una enmienda a la totalidad contra los intentos de blanquear a ETA y a sus cómplices que intenta llevar a cabo no sólo Bildu, sino el propio Gobierno de Sanchez-Iglesias y el PSE.

Después de la pérdida de rumbo en el que han vivido los socialistas vascos desde que a comienzos de este siglo Jesús Eguiguren, con el plácet de Zapatero, se embarcó en la negociación política con ETA, que surja una voz tan clara y contundente dentro del PSE no sé si es un motivo de esperanza, pero al menos seguro que reconfortará a muchos militantes, simpatizantes e incluso votantes del PSOE en el País Vasco y en el resto de España que no tragan con el blanqueamiento de Bildu por parte de Sánchez ni con los pactos que ha hecho con los proetarras no sólo en el Congreso de los Diputados, sino en la Comunidad Foral de Navarra.

Es alentador que una persona que tenía cinco años cuando ETA asesinó a un joven concejal del PP en Ermua, Miguel Ángel Blanco –Trimiño lo es en la actualidad en el Ayuntamiento de Galdácano– y ocho cuando la banda terrorista asesinó en Vitoria al portavoz del PSE en el Parlamento Vasco, Fernando Buesa, y a su escolta, Jorge Díez, por citar sólo dos de los crímenes etarras, tenga la lucidez para decir las cosas que dice, sabiendo que en el aparato de su partido no van a sentar especialmente bien, como se vio cuando en setiembre fuentes del PSE atribuyeron a la “inexperiencia” del joven dirigente sus críticas sobre los acuerdos que el PSOE había logrado con Bildu en el Congreso.

No sé cuál será el futuro de Trimiño en su partido. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de que su discurso sobre ETA y sobre sus herederos políticos devuelve al PSE a sus mejores tiempos; aquellos en que personas como Txiki Benegas, Nicolás Redondo, Rosa Díez, Ramón Jáuregui o el ya citado Fernando Buesa plantaron cara al terrorismo de ETA. El problema es que ahora al frente del PSE está Idoia Mendía, sumisa a lo que diga y haga Pedro Sánchez en relación con el mundo de ETA. Y si en un futuro toca pactar con Bildu el Gobierno vasco y hacer lehendakari a Arnaldo Otegui, ahí estarán también Mendía y el PSE, salvo que surjan en este tiempo más Trimiños que lo impidan.

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