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Cristina Losada

Emocionadas y emocionados con Kamala Harris

Lo que querrían tantos antiamericanos de pro es ser americanos.

Kamala Harris felicita a Joe Biden tras conocer los resultados electorales | Twitter

Antes prefiero la aversión a Estados Unidos que coincide con mandatos de presidentes republicanos que el arrobamiento, la adulación y el papanatismo que desatan ciertas presidencias demócratas. Las dos son actitudes absurdas, pero la primera es menos ridícula. Y menos incoherente. Es fascinante comprobar que lo que querrían tantos antiamericanos de pro es ser americanos. Con la llegada de Biden y de su vicepresidenta Kamala Harris, el espectáculo de rendida admiración era previsible.

Ah, los mensajes. La ministra de Igualdad proclamaba que era “emocionante” ver a Harris prometer su cargo: “Primera mujer afroasiática en llegar a la vicepresidencia”. Supondremos que Montero –o quien le haga los tuits– pasó rato cerciorándose de que afroasiática era la filiación correcta. El padre es de origen jamaicano y la madre, de la India. En la prensa anglosajona suelen describirla como black and Asian american, pero no vamos a discutir por esto. Precisamente la cuestión es que la ficha identitaria sea imprescindible. Ya no basta la nacionalidad. Más aún, la nacionalidad, que antaño igualaba a los ciudadanos, sin que importaran el origen o el color de la piel, se ha quedado obsoleta. Otro retroceso más al que nos empujan los identitarios.

Tenía gracia Sánchez, y no porque el presidente la tenga. Es que su mensaje invitaba a la retrospectiva. Puso todos los lugares comunes, tipo “la igualdad se abre paso de forma imparable en todo el mundo”. No es la primera vez que una mujer llega a un cargo similar o superior en alguna de las democracias a las que prestamos atención. Ahí tenemos a Angela Merkel, que ha renovado mandato tras mandato sin que tal proeza despertara emociones ni mensajes sobre el avance de la igualdad. ¿Porque era reelegida o porque era Merkel? Pero a lo que iba: puso Sánchez que lo de Harris era “un cambio de era, no sólo para USA, sino para toda la sociedad”, y concluyó exclamando: “¡Es el tiempo de las mujeres!”. Y, sin embargo, no fue el tiempo de Susana Díaz. Si el PSOE hubiera elegido a Díaz secretaria general, tendríamos hoy, quizá, a la primera mujer presidenta del Gobierno. Ha sido mejor para Sánchez. Mejor que sean otros los que avancen imparables hacia la igualdad.

¿Qué tendrá Kamala Harris que no tenga Merkel? Y que no hayan tenido otras primeras ministras que en el mundo ha habido y que tampoco provocaron estas demostraciones de pasión. Pasión por la igualdad, obviamente. ¿ O no? Ser conservadora es un impedimento. De eso no hay duda. Las conservadoras no son a estos efectos verdaderamente mujeres. En su momento lo escuché de Condi Rice, mano derecha de Bush en política exterior. Era negra y mujer, pero no era ninguna de las dos cosas, por ser republicana y de Bush. Pero a ese impedimento hay que añadir otro más. Todos estos –y estas– feministas son tan sensibles al glamour como cualquiera. El liderazgo femenino les mola más cuando la líder es sexy que cuando no lo es. Con todo, es preferible ser una política de derechas: al menos, te ahorran la ficha identitaria. 

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