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Agapito Maestre

Un país sin pulso

La represión será más dura. Se hará con sordina y cachaza. La agitación y la movilización estarán dentro y fuera del Gobierno.

La alegría dura poco, como dice el refrán, en la casa del pobre. La salida de Iglesias del Gobierno de España marca ya una nueva etapa en la política española. Quizá al principio no se noten los cambios pero, sin duda alguna, los habrá. Serán todos muy importantes y, por desgracia, para nada bueno. La represión será más dura. Se hará con sordina y cachaza. La agitación y la movilización estarán dentro y fuera del Gobierno. El nivel de ideologización y odio en la política crecerá. El miedo a la libertad se extenderá por todas partes. Vivimos una etapa de graves retrocesos en la historia de España. Tardaremos mucho en recuperar algunas libertades básicas, vinculadas casi siempre al ejercicio de nuestra ciudadanía, que nos han sido usurpadas en el último año y medio. El tiempo roto de la pandemia es irrecuperable. 

Ya no es una metáfora la patada en la puerta de la policía para entrar en nuestro domicilio, incluso ha sido televisada una de esas barbaridades; imagino que se ha hecho para que sepamos quién tiene la fuerza, o sea, para amedrentarnos. Parece que la obsesión del Gobierno de España es producir miedo. Tampoco el nivel de vida de los españoles volverá al ser mismo que antes de la llegada al poder de la entente socialista-comunista. Sospecho que todo empeorará. La realidad es tozuda. Los niveles de desempleo y endeudamiento están llegando a límites insospechados hace dos años. Las colas del hambre crecen sin que nadie sepa cómo ponerles remedio. Los cierres de negocios y empresas son continuos. Se premia con subvenciones a empresas vinculadas a la casta socialista y comunista. Es nula la capacidad de gestión de este Gobierno. Etcétera.  

Hay pocas razones para escribir sobre un futuro mejor, pero si no tenemos otra opción que hablar de superación del actual estado de postración política, diré cuál es la principal barrera a superar: el desencanto, la desmoralización y la falta de ilusión para combatir a los oportunistas y a los aventureros de la política. ¡El ímpetu español! De risa. Sí, la recuperación económica, social y política será lenta y premiosa, pero comenzaremos a salir de la crisis. ¿Cuándo podrá decirse algo parecido de nuestras miserias espirituales? La carencia de entusiasmo, el desencanto radical de la mayoría de los españoles a la hora de participar en un proyecto conjunto de creación de bienes públicos es el principal déficit para salir de este estado de postración democrática

No son, dicho sea de paso, las élites políticas las únicas responsables de esta general decadencia, porque las élites intelectuales y culturales, lejos de crear obras para sustentar y nutrir a los españoles de un ánimo crítico, han callado y trincado del poder, o peor, han creado productos al nivel de La Sexta y Telecinco. Basura y más basura, series y más series, para mantenernos unidos cabeza con cabeza. Lo volverán a contar, pues, los futuros historiadores del Gobierno de Sánchez e Iglesias: España siguió siendo maestra en violación de los derechos humanos y persecución de los periodistas. Así lo recogió, en 2021, el Informe del Gobierno de los EEUU sobre los Derechos Humanos en el mundo: el Gobierno de España persigue a la prensa y Podemos se financia con fondos irregulares. ¡España eterna! Al primer grito del jefecillo, sí, todos arrodillados. La cobardía cotiza al alza. Esta gentuza nos ha llevado a una terrible alternativa. El odio entre los españoles sembrado por los poderosos, por las élites de los partidos políticos, nos conduce directamente al abismo. O se vota en clave fanática o nos abstenemos.

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