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Santiago Navajas

Un Gobierno anticonstitucional

No es casualidad que la mitad del Gobierno crea que Cuba no es una dictadura, mientras la otra mitad evita posicionarse.

Margarita Robles, ministra de Defensa. | EFE

Las reacciones de los jueces-ministros socialistas ante la sentencia del Tribunal Constitucional que ha dictaminado la inconstitucionalidad del estado de alarma ante la pandemia me han recordado al encuentro que tuvieron Mao y George Pompidou en 1973. Tanto el dictador comunista chino como el presidente de la república liberal francesa se confesaban mutuamente la estupefacción que les producía lo que le estaba sucediendo a Nixon en el caso Watergate. El diálogo, recogido en la transcripción del encuentro, resulta sintomático de la mentalidad autoritaria, que no es exclusiva de las dictaduras:

–Mao: En lo que se refiere a Nixon (...) no alcanzamos a entender por qué este caso ha ocasionado tanto escándalo.

– Pompidou: Yo tampoco. En los Estados Unidos hay demasiados técnicos y demasiados periodistas.

Esta mentalidad autoritaria, que lleva a culpar a periodistuchos de la caída de un gran hombre, no es exclusiva de las élites china y francesa sino que forma parte de la manera de entender la política tanto del pueblo chino como del francés y, por extensión, del europeo.

No tenemos más que ver la reacción de Pilar Llop y Margarita Robles, jueces de profesión que no han dudado en cargar contra la sentencia. Llop, mostrando que uno puede aprobar unas duras oposiciones memorísticas y ser un completo analfabeto funcional, además de un lacayo de vocación. En lugar de entonar un honroso mea culpa del Gobierno y reconocer que se equivocaron, hay que reconocer que era una cuestión ambigua, la ministra de Justicia aventó la falacia de que sin las medidas inconstitucionales que tomaron no se hubiesen salvado casi medio millón de vidas, como si el estado de excepción no hubiese conseguido los mismos resultados (solo que se habría tenido más control por parte del Parlamento) y obviando que sin su incompetencia a la hora de tomar medidas no coercitivas se habrían salvado todavía más vidas. Ya puestos, deberíamos recordar a Llop que fue la tardanza del Gobierno socialista en ponerse manos a la obra desde enero, así como sus anteojeras ideológicas, en plan "el machismo mata más que el coronavirus", o la manipulación de sus corifeos mediáticos insistiendo en que no era más grave que una gripe, lo que ha causado un número incontable de víctimas, con esa mezcla de incompetencia, fatal arrogancia y maldad pura y dura que distingue al presidentísimo Sánchez.

Pero han sido las declaraciones de Margarita Robles, reprochando al TC que no se haya sometido al "sentido de Estado", las más graves, ya que muestran que el Gobierno socialista no solo está contra el Constitucional, sino contra el alma de la Constitución y la misma concepción de la separación de poderes, que es uno de los fundamentos del Estado liberal que detestan. No es casualidad que la mitad del Gobierno crea que Cuba no es una dictadura, mientras la otra mitad evita posicionarse sobre la clasificación política del régimen comunista de la isla caribeña. Los socialistas no han superado el trauma ideológico que significó abjurar, en un congreso extraordinario en 1979, de Marx como profeta, la dictadura del proletariado como sistema político y el paraíso comunista como utopía político-religiosa.

Lo que late tras la apología de Robles de la "razón de Estado" es la mentalidad de que solo el Gobierno puede juzgar la legalidad y legitimidad de sus propios actos. No es de extrañar, en consecuencia, que la plana mayor del PSOE se lleve tan bien con los golpistas catalanistas. Coinciden Sánchez con Puigdemont como estaban de acuerdo Mao y Pompidou: Nixon era un pringado, los periodistas críticos son una lacra a la que amordazar y los jueces independientes, un lastre del que cabe desprenderse.

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