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Antonio Robles

Messi, metáfora del 'procés' (1)

El procés se ha topado por primera vez con la realidad.

El procés se ha topado por primera vez con la realidad.
Lionel Messi. | Agencias

El procés se ha topado por primera vez con la realidad. Messi dejó el Barça a causa de la ruina económica de un club con delirios de grandeza. El Barça, que era más que un club y se pavoneaba de ser el ejército desarmado de Cataluña, se gestionaba con la misma soberbia e irresponsabilidad que la propia Cataluña nacionalista. Con dos diferencias, el Barça es una entidad privada reducida al principio de realidad por las reglas del mercado, mientras que Cataluña es una institución pública donde la gestión más delirante puede solventarse con cambalaches y escaños a costa del erario público sin que sus responsables paguen con su patrimonio.

Por primera vez, un presidente del Barça ha tenido la decencia de reconocer la derrota del club sin buscar chivos expiatorios en España. Joan Laporta dejó sentado en la despedida de Messi lo que ninguno de sus homólogos en el poder político de Cataluña ha aceptado hasta el momento, el cumplimiento de la Ley: "La norma de La Liga creemos que tenía que ser más flexible, pero no es excusa porque la conocíamos y no la podríamos cumplir por la herencia que hemos recibido". Y tiene más mérito porque ese Joan Laporta, independentista hasta el tuétano, ya saludaba a los amigos al grito de "¡Puta España!" con sólo 18 años. Ha tenido que llegar el apocalipsis financiero para salir de la adolescencia de golpe. Ahora debemos preguntarnos qué ha de pasar para que tomen sentido de la realidad los nacionalistas que despilfarran nuestros impuestos.

En el reverso de la moneda, como representante del supremacismo más grotesco, Pilar Rahola cargó contra el presidente de la liga española, Javier Tebas, acusándolo de ultraderechista, extorsionador y chantajista por no avenirse a pasar por alto las normas de fair play financiero de la competición. ¿Qué se puede esperar de esta generación nacionalista enferma de sentimentalismo y odio inducido si, en lugar de tomar nota, blanquea al mayor corruptor de Cataluña –Jordi Pujol– en TV3 como si el Gobierno de Cataluña no estuviera peor aún que el Barça? "Su figura política", afirmó Rahola, "es más importante que sus escándalos y sus miserias".

He aquí la segunda diferencia entre el Barça y la Catalunya nacionalista: el despilfarro y la acumulación de deuda de la Generalidad no tienen efectos rotundos sobre su viabilidad porque el chantaje al Estado siempre tiene un tonto útil en Madrid que lo sufraga a cambio de su apoyo en el Congreso. Ahora mismo la deuda de la Generalidad sería peor en términos relativos que la del Barça si no tuviera esos valedores: 80.399 millones de euros, el 38% del PIB de Cataluña, y 10.482 euros por habitante. Y mientras tanto, lejos de apretarse el cinturón, son un espejo del despilfarro del Barça (los sueldos del Gobierno y las instituciones llegan a doblar casi a los del Estado).

Esta adolescencia lírica que quiere ser nación pero es incapaz de prescindir de papá Estado aún no ha asumido el cumplimiento de la Ley, como lo ha hecho Laporta. Lejos de ello, el Govern de la Generalitat avala sus tropelías a través del Institut Català de Finances (ICF). Bartomeu en comparación es un pobre diablo.

7.000 empresas ya se han ido. Madrid aporta al fondo de solidaridad interterritorial tres veces más que Cataluña. Hoy Madrid es el espejo donde mirarse y Cataluña, la cascarrabias inquisidora que impide al 55,3% de sus ciudadanos estudiar en su lengua. Hasta en esto Leo Messi es una premonición. Se ha pasado 20 años en Cataluña sin hablar catalán. Déspotas con los humildes, sumisos con los poderosos. Con él en París, también aprenderán que no todo se puede comprar con dinero. Y menos el amor a una lengua.

Lo peor aún no ha llegado. Cuando constaten la felicidad de Leo en París comprobarán que la materia con que se construyen delirios nacionales manipulando el deporte es tan volátil como la chequera con que se compraron.

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