La fragmentación del mapa político y el suelo electoral de los dos grandes bloques políticos dejan bien claro que la única alternativa al sanchismo es un pacto entre PP y Vox. Como reflejan las encuestas, las fluctuaciones en el centro-derecha responden fundamentalmente a trasvases de votos entre ambas formaciones, según la coyuntura. No cabe esperar una transferencia importante de uno a otro bloque, lo que permite al votante de izquierdas o al de derechas una alternativa a su voto tradicional sin abandonar su ámbito ideológico.
Esta realidad, fijada tozudamente en los estudios demoscópicos, debería llevar a los dirigentes populares a abandonar la estrategia anti-Vox impuesta por Pablo Casado y Teodoro García Egea, cuyo fiasco tuvo como reflejo más reciente el revés electoral del PP en las elecciones castellano-leonesas.
Con profunda deslealtad, Casado el fracasado ha arremetido contra el pacto que permitirá una cómoda gobernación de la Junta de Castilla y León en esta legislatura. Pacto que resulta igualmente crucial para el desalojo de la mafia social-comunista del Gobierno de la Nación.
Sánchez y sus aliados –comunistas, golpistas, proterroristas: jamás se olvide– lo saben de sobra, por eso atacan ahora con saña al PP. Casado ha actuado al servicio de los intereses del Gobierno de la Vergüenza, haciendo suya incluso la campaña denigratoria hacia los votantes del impecablemente democrático Vox. Mal hará Alberto Núñez Feijóo si insiste en la infame estrategia de su descalificable antecesor, que no deja pasar la ocasión para cubrirse de oprobio en su abandono de la primera fila política.
La decisión de Alfonso Fernández Mañueco de compartir gobierno con Vox en Castilla y León no atenta contra la democracia ni supone un descrédito para los valores que dice defender el PP. Muy al contrario, es la clave del éxito para derrotar al sanchismo, que tanto daño está haciendo a la Nación.