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EDITORIAL

Macron como mal menor

La victoria del presidente francés está muy lejos de ser el refrendo popular a sus políticas de estos cinco años.

Como estaba previsto, Emmanuel Macron reeditó su victoria de hace cinco años en las presidenciales de Francia para alivio de la mayoría de franceses pero, sobre todo, del resto de Europa, que ha seguido estos comicios con creciente preocupación. La rival de Macron ha sido, como en 2017, Marine Le Pen, que en esta ocasión ha reducido a la mitad la brecha de las aquellas presidenciales y pulverizado su techo electoral, lo que constituye todo un síntoma del rechazo de los franceses a la política de La República en Marcha, el partido de centro europeísta encabezado por Macron.

Pero esta victoria del presidente francés está muy lejos de ser el refrendo popular a sus políticas de estos cinco años. Todo lo contrario, la contestación ciudadana a la gestión política de Macron ha sido la nota dominante de su mandato, con fenómenos tan preocupantes como el movimiento de los chalecos amarillos o la fuerte contestación a las medidas restrictivas en la lucha contra la pandemia vírica como dos hechos muy relevantes que deben hacer reflexionar al presidente francés, a pesar de que ayer confirmó su reelección.

Francia ya no cuenta con el colchón moderador de los dos partidos tradicionales de centro-izquierda y centro-derecha, que mitigaban las fuertes tensiones en los extremos de la política francesa. Los republicanos y los socialistas, que han cumplido esa función a lo largo de la actual V República, han desaparecido prácticamente de un espacio político que solo cuenta con el partido improvisado de Macron como factor de estabilidad. Fuera de él, son son los extremos los que reciben con pujanza el voto mayoritario y muy especialmente el partido de Le Pen, que por segunda vez consecutiva ha pasado a la segunda vuelta obteniendo finalmente el apoyo del 43% de los votantes franceses.

El propio Emmanuel Macron parece ser consciente de la debilidad de su posición en el Palacio del Elíseo, donde seguirá un nuevo lustro no por sus virtudes, sino por concitar un rechazo menor que su rival y haberse beneficiado del voto de los partidos perdedores en la primera ronda. Sus palabras tras la victoria de anoche así lo confirman, al asegurar que este mandato no será un reflejo continuista del que acaba de finalizar, en el que la fractura entre las élites urbanas y la Francia rural se ha agudizado de manera extraordinaria. En dos meses, además, los franceses concurrirán a las elecciones legislativas, lo que puede dar como resultado una Asamblea con mayoría contraria a los intereses de Macron, dificultando la tarea legislativa de este nuevo mandato. Mucho tendrá que trabajar estos próximos años para dejar atrás un mandato decepcionante y unir de nuevo a la sociedad francesa.

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