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Cayetano González

En memoria de dos vascos y españoles ejemplares

José María Muguruza y Pedro María Baglietto fueron dos personas que dejaron una huella profunda.

Hay personas que, por su calidad humana, por su contribución al bien de la sociedad, a la defensa de valores tan esenciales como la libertad o la paz, merecen ser públicamente recordadas, ya que pueden servir de ejemplo para los demás.

Es el caso de dos vascos ejemplares, José María Muguruza y Pedro María Baglietto, fallecidos ambos en las últimas fechas. Dos personas distintas, con perfiles personales y profesionales diferentes, pero unidas por otras cosas importantes: ambos eran vascos hasta la médula, pero al mismo tiempo, de forma indisoluble, se sentían profundamente españoles. Ambos tenían además unas fuertes convicciones religiosas que estuvieron presentes a lo largo de su vida.

Los dos sufrieron el zarpazo de ETA. Pedro María era hermano de Ramón, asesinado por la banda terrorista en mayo de 1980 en el puerto de Azcárate. Ramón estaba casado con Pilar Elías, que fue concejal del PP en Azcoitia y tuvo que seguir soportando el acoso de ETA y de sus simpatizantes después del asesinato de su marido. Todos los crímenes de ETA son execrables, pero el de Ramón Baglietto tuvo un punto especial de maldad y horror: uno de los miembros del comando terrorista que lo asesinó era un joven de 18 años al que, cuando era un bebé de pocos meses, Ramón salvó la vida al arrebatárserlo de los brazos a su madre, que se había abalanzado a salvar a otro hijo suyo que se le había escapado de la mano y se disponía a cruzar la calle cuando pasaba un autobús. La madre y el niño murieron arrollados, pero, ya digo, salvó la vida gracias a Ramón, y andando los años fue uno de sus asesinos.

José María Muguruza era una persona íntegra, honrada a carta cabal, llena de sentido común. Enamorado de su San Sebastián natal, fue un abogado de enorme prestigio que le llevó a ser el decano del Colegio de Abogados de Guipúzcoa durante años. También fue directivo de la Real Sociedad –donde ahora juega su nieto Ander Barnechea–, presidente del Hipódromo de la capital donostiarra y consejero del Diario Vasco. Una faceta que muy pocos conocen de su vida es que era íntimo amigo de dos políticos vascos, a los que brindaba no sólo su amistad sino su sabiduría, a través de consejos y análisis, siempre certeros, de la situación política vasca y española. Esos políticos eran otros dos donostiarras: Jaime Mayor Oreja y María San Gil.

También sintió muy de cerca Muguruza el zarpazo del terrorismo. En octubre del 2000 recibió un paquete en su domicilio; como no tenía remitente, no lo abrió y lo trasladó a la comisaría de la Ertzaintza: efectivamente, la policía autonómica vasca confirmó que el paquete era un libro bomba.

Tras el asesinado de su hermano, Pedro María Baglietto dedicó buena parte de su tiempo a trabajar por la paz y la convivencia en el País Vasco. De la mano de la Fundación Víctimas del Terrorismo, dio muchas charlas y conferencias en institutos y colegios, contando su experiencia y haciendo pedagogía de la paz. Incluso, movido por sus convicciones religiosas y por su bondad natural, dejó constancia pública en diversos momentos de su vida de que había perdonado a los asesinos de su hermano.

Muguruza y Baglietto fueron dos personas que dejaron una huella profunda, no sólo en sus familiares y amigos más cercanos, sino en todos los que tuvimos la suerte de conocerlos y tratarlos. Dos vascos y españoles ejemplares. Descansen en paz.

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